Saturday, April 09, 2011

El Plomo



...Tres luces se mueven a lo lejos, suben entre las piedras y pareciese que buscan salir a mi encuentro...

Subimos de noche, hace poco que el crepúsculo cerró sus puertas para dejar paso a la oscuridad que rápidamente toma el lugar. Las luces de las linternas toman protagonismo y empiezan a moverse junto la respiración de quienes las portan. Los pensamientos vienen, van y regresan con la silueta de las montañas que dibujan de la mano de las estrellas el sutil paisaje de ese momento.
Los pensamientos navegan entre los sueños y los propósitos, paseándose a través de tierra, piedras y pequeños seres que habitan el lugar; son pensamientos nuestros, pero también pertenecen al lugar que los evoca. Nuestros pasos aún no saben cómo serán los próximos días, sin embargo, continúan avanzando al encuentro de quien los espera al fondo del valle y sigue desde lo alto el deambular de cada uno de sus visitantes; los pasos son nuestros, pero también del cerro que los convoca.
Es recién la primera parte del viaje, es viernes e intentaremos hacer cumbre saliendo la madrugada del domingo, para eso, llevamos con nosotros todo lo que nos motiva a estar ahí. Mari y quien les escribe, le seguimos el paso al intento de diciembre pasado e insistimos en la idea de llegar hasta allá, Nico, por su parte, va por primera vez por la experiencia que es el salir en busca de este gran cerro.
La tarea para esta noche es sencilla pero no menos significativa: subir desde La Parva y llegar el sector de laguna Piuquenes, donde acamparemos con el objetivo de aclimatar y reponer energías para la jornada del día siguiente. Luego de un par de horas de ascenso tranquilo, ya estamos junto al lugar acordado, estamos armando campamento, estamos dentro de la carpa compartiendo el alimento y planificando el itinerario para la siguiente jornada. El tiempo se siente distinto aquí y pregunto la razón de esto...me detengo. Tal vez porque ya menos ruido nos distancia del silencio y los sentidos pueden ya percibir los hilos del cerro. A lo mejor es un recuerdo, un antiguo recuerdo.


...Los pasos de los visitantes se acercan como en un sueño, se mueven junto al ritmo del sol, es un juego...



Nos levantamos y partimos sintiendo cercanía al andar, existe armonía entre los sabores, el aroma y los olores presentes, hoy nos acercamos un poco más al Plomo y un pequeño vértigo se va insinuando en el sonido que hacen los pasos al tocar la tierra. Los ojos hoy son de otoño y el sol se va convirtiendo en un sereno acompañante que contempla con paciencia lo que van dejando todos los encuentros que hay entre el camino y nuestro caminar.
Seguimos con el plan de avanzar con tranquilidad, sin apresurar huellas ni dejar que la ansiedad domine el paso. Hoy la jornada tiene por objetivo completar la aproximación hasta el campamento desde donde realizaremos el ataque la madrugada siguiente, seguramente este lugar sea el sector de Federación, desde donde habitualmente se hace el ascenso a la cumbre.
Entre el paisaje que transparenta la belleza de planeta se mueve sin tiempo la jornada. Dejamos atrás pequeñas lomas y bosques petrificados para adentrarnos lentamente en el valle que tiene por guardián al gigante de los glaciares que brillan con la luz. Mientras esto sucede, se va volviendo imposible no deleitarse en el instante, estamos caminando y agradezco de estar presente en aquel lugar, es por eso que independiente de lo que suceda el resto del fin de semana, siento este viaje ya se ha transformado en un regalo para la memoria, uno para compartir con la alegría de saber que se está precisamente donde uno elige estar.
Desde nuestra partida de Piuquenes, pasando por Piedra Numerada y hasta llegar a Federación, hablamos mucho sobre la posibilidad de tener un domingo despejado, hablamos de lo bueno que había sido reunirnos y organizar esta salida, pero por sobre lo demás, hablamos de darlo todo al día siguiente y poner nuestro empeño en respirar allá arriba, donde una parte de nosotros ya nos espera y nos anima.


..El silencio acompaña la respiración y el vértigo se hace parte del lugar, es momento de encontrar...

Suena el despertador, hace rato que los tres estamos despiertos aguardando con inquietud el momento de abrir la carpa y salir hacia lo que nos convoca. Son las dos de la madrugada del domingo y el ánimo se hace fuerte a medida que salimos de los sacos de dormir y arreglamos las cosas para el ataque. Tomamos desayuno, calentamos agua para los termos y tomamos el tiempo para terminar de prepararnos. Chaquetas, gorros, guantes, polainas y parkas de pluma se disponen al encuentro, ya es la hora, debemos partir por el Plomo, nuestro cerro.
No hace tanto frío como esperabamos, es una señal que nos alienta aún más. Estrellas fugaces hablan de todas las formas y nos acompañan al pasar. Subimos lentamente por la oscuridad dejando piedra tras piedra, continuamos sin detenernos y las tres luces que antes el cerro veía desde lejos, hoy se mueven cerca los pies del glaciar colgante, cada vez más cerca de buscamos.
Al llegar al refugio Agostini (4.600 Msnm) aún nos acompaña la noche, son pasadas las cinco de la mañana y nuestro ánimo sigue en pie para continuar. Nos detenemos un poco, entramos al refugio para hidratarnos e intercambiar algunas palabras. ¿Cómo estamos? -Bien, estamos bien. Sólo algunos minutos para reponernos y afrontar el largo acarreo que nos esperaba hasta la Pirca del indio.


Sólo al avanzar un buen trecho por esta subida de tierra, hielo y piedras sueltas que el día comienza a mostrar tímidos indicios de su nacimiento, es un domingo claro, donde las luces de la ciudad van apagando su titilar desde lejos. Es un día para reconocernos el que se levanta, son los brazos, los pies y los sentidos los que se descubren en cada metro que avanzamos, es el aire y todo lo que nos rodea lo que se confabula con la inexorable presencia de los siglos frente a nuestros ojos, es este planeta vivo que nos habla, que nos respira y nos exhala.

¿Cuánto falta para la pirca? -Falta poco, falta poco...Vamos, ya estamos acá.

Llegamos a la pirca del indio (5.100 Msnm) y se va haciendo de día, tenemos hambre y sed. No nos hemos detenido desde Agostini y nos ha tomado más de dos horas llegar. En esta última subida se sintió con más fuerza el frío, fue una subida pesada y trabajosa, pero ya ha pasado. Estamos acá y debemos reponer nuestras energías para continuar.

-Tenemos que partir luego- Abrigarse, comer, hidratarse, ponerse los crampones y partir. Si nos quedamos aquí descansando se va a hacer más difícil seguir...esto es lo que pasó la subida anterior, así que vamos nomás.

Entonces partimos. Equipados y con fuerzas renovadas gracias al té y la comida retomamos el camino. Estamos en la última parte de la subida, cruzamos tranquilamente el glaciar Iver mientras todo en nosotros se concentra en seguir. Nos quitamos los crampones, continuamos, una larga vuelta bordeando una loma, vamos! va faltando menos, vamos! estamos más cerca. Otra subida más, más pendiente y el cuerpo empieza a sentir el esfuerzo, pero no importa, ya casi llegamos.
Por fin termina la subida, aparece el sol cubriendo nuestros rostros y la huella hasta la cumbre está marcada y casi sin pendiente. Aparece también el vértigo que nos dice que estamos llegando; aparecen también múltiples imágenes, son caleidoscopios que se juntan con los pensamientos de todo lo que nos llevó a estar aquí, es una bella escena. Una memoria nueva se despierta y recordamos. Todo lo que ha costado llegar tiene un valor especial para cada uno de nosotros, tiene un valor que sólo el corazón que lo experimenta puede palpar, el valor de elegir y de darlo todo por esta decisión, tiene también el sabor de caer, volver a pararse y de sentir en carne propia el constante movimiento de la vida, ese ondear y estar en el presente con la vista firme hacia el horizonte que se avecina.
Estoy llegando, miro hacia atrás y aún no aparecen Mari y Nico. Vuelvo a buscarlos y encuentro a Mari, le pregunto por Nico y me dice que viene un poco más atrás. Sigo, seguimos, ya estamos, falta poco! estamos llegando, vamos!.
El tiempo desaparece otra vez, se lo ha llevado el cerro. Cierro los ojos en esta querida altura, los abro, estoy parado en la cumbre. Boto el piolet al suelo y grito con el corazón, todo lo que siento me sale desde muy adentro, todo alrededor toma vida y por un instante cada célula de mi cuerpo se conecta. Sonrío. Viene llegando Mari y le grito que ya está, se lanza al suelo y vive también su momento. Llega Nico, nos abrazamos, los tres estamos aquí.


El largo trayecto que tenemos que hacer para volver hasta la Parva nos hace revivir constantemente las imágenes vividas durante la pasada mañana. El Plomo ya se aleja y a ratos me parece casi increíble que hace poco hayamos estado allá. Es casi increíble, pero indudablemente estuvimos allá, porque algo en nosotros es distinto, algo pequeño es distinto, es una marca imborrable nos sigue donde nuestros pasos decidan estar.

El regreso es una despedida que abre sus puertas a un nuevo viaje, el regreso es otra bienvenida. Gracias, gracias a todos quienes compartimos de alguna forma las vueltas de este gran viaje.

Elías.

Friday, April 01, 2011

El corazón de la Montaña



Un comienzo nunca es el verdadero inicio, se parece más a las marcas en el camino, al brillo de las cicatrices que quedan mientras nos encontramos.

Reconocemos el inicio de algo nuevo en nuestra vida cuando una explosión de energía palpable y visible a nuestros sentidos se dirige directamente a nosotros y nos habla -en el lenguaje de cada cuerpo que habitamos- sobre una transformación. Esta explosión nos hace saber de algo distinto, y en cada una de las muchas formas en que se manifiesta nos recuerda, mediante señales, que estamos caminando, que somos parte del misterio de la vida y que estamos aquí tratando de averiguarlo.



Siento que estas explosiones de energía se hacen visibles cuando logramos cerrar círculos en nuestras vidas, cuando la experiencia nos permite acercarnos un poco a entender los significados de lo que pasamos hace algún tiempo, gracias a la distancia que se crea con lo vivido; los círculos terminan su trazado cuando llegamos a conocer, cuando entendemos que las dificultades que se nos presentaron eran desafíos para hacernos fortalecer, cuando sabemos que la soledad es en verdad un regalo para compartir, y que la bajo frustración hay una gran enseñanza. Conocer, no es más que el experimentar las cosas en el adentro y el afuera, es estar dentro de todo instante por muy áspero que sea, es suceder y vivir con valentía cada decisión, es dejar atrás el pensamiento y la idea para convertirlo en lo palpable.




Este presente, reflejado desde aquí y en todos los movimientos que ha tenido esta bitácora de viaje, está marcado por la transformación, por la sensación de otro comienzo que brota constantemente desde el silencio, que serpentea con sutileza por cada célula del cuerpo enviando mensajes de activación. Este presente es el que desenvuelve la crisálida, es el impulso irrefrenable que nos orienta hacia otro lugar: Nos lleva a la experiencia de la montaña y su andar sereno, nos transporta desde cada huella y sendero hacia lo ancestral de la tierra, hacia el eco de su sencilla desnudez.



Cada partida es una nueva partida y esta dirige su intento hacia el corazón de la montaña. Se que aquel corazón es grande, porque comprendo que es también el inconmensurable sueño de descubrir la magia de cada latido y de despertar en él el anhelo más profundo, ese anhelo de la libertad con piel de vida que se despoja de todo lo innecesario para salir en busca de lo desconocido, del universo inexplorado que habita en cada uno de nosotros; Se que aquel corazón es el que está presente en cada rastro de la conciencia, el que vive en la experiencia y en la constante transformación que es cada comienzo, y ese comienzo es hoy, es aquí, el encontrar ese corazón en la mismas montañas, porque lo que explota con todas sus fuerzas hoy en mi, es la certeza de que las montañas son también ventanas hacia el infinito y eso no hace más que llenar de pasión cada paso que estoy dando por alcanzarlas.

La invitación está abierta, salgamos a caminar.

Elías.

Monday, March 29, 2010

Los signos de partida



Cuando las palabras se hacen una con el movimiento, los sentidos despiertan de su letargo para vibrar junto a las cuerdas del gran silencio, entonces, un espacio nuevo despunta desde la matriz para transformarse en otra vestidura para el viajero. Es así como se extiende este lapso de travesía, instante pequeño que forma vórtices y que incita a la confusión a retirase para dar paso a unas manos que empiezan lentamente a desatar sus propios nudos, a desnudarse sin apego al pasado; a entrar en terreno completamente virgen y volver al juego de acordarnos de que fuimos hechos dobles y que pertenecemos a una dimensión donde la realidad se divide y hace germinar dos sintaxis que pueden convivir en una esfera de percepción. Aquí la sugerencia es un inevitable andar sin conocer, una exploración de revelaciones guardadas para el ahora de cada lugar y un darse cuenta desde la entraña, desde el vértigo que surge en el ombligo y se extiende a través del filo de cada señal. De momento este es otro primer paso, otro intento de compartir el gentil desafío de encarar a lo desconocido, aligerando el equipaje y dejando todo lo que tenga que quedar para dar lugar a la partida.

En cada latido del viajero se presiente el gesto del infinito, un momento donde el soplo del vacío deja una puerta semiabierta para dejarnos entrever una apertura, una grieta donde la mudez implacable nos permite escuchar una voz vaporosa con silueta de anhelo presente en la memoria del cuerpo desde nuestra gestación, una voz con poder de desdoblar el pensamiento y envolverlo en un halo de misterio; un tenue susurro que brilla en las profundidades y que abotona nuestros recuerdos como cuentas que caen sobre el agua, creando un ritmo de abismo que crece hasta en música desconocida e impersonal; poesía extraña y surreal, pero siempre reconocible como parte nuestra. Inocencia, trasgresión, secreto y locura son nombres que tal vez resonaron junto a esta música, nombres que junto a otros se disuelven para unirse al sigilo de un sueño que fue tejiendo pacientemente la certeza de lo que en un principio fue sólo un algo, una idea lejana que al desenterrarse se fue convirtiendo en la voluntad metamorfoseada, en los signos de vida que ahora apuntalan el toque de lo abstracto en cada una de nuestras células. De ahí la naturaleza que nos evoca inexorablemente a salir desde adentro para ver serenamente a través de los mismos ojos del infinito.

Esta bitácora quiere más que este torpe empeño de estirar fibras y este montón de palabras lidiando con el azar, busca engancharse en las líneas del mundo y desplazarse por ellas hasta llegar a los umbrales del corazón. Busca pulsar la memoria olvidada, tocar la piel de viajero, la que a veces escondida, teme salir hacia el sol para dar con su propósito. Busca romper las certezas, despojarse de las imágenes anquilosadas y las proyecciones fantasmagóricas que nacen de aferrar el miedo y lo personal; busca ser nada, dejarse andar por la liviandad de reírse de si misma; fluir y respirar cada segundo en la más sencilla libertad.

Son las palabras que logran hacerse una con el movimiento, son los latidos del viajero, lo que sale desde estos dedos, lo que está dentro de ellos, lo que los empuja, son los signos de partida que brotan como el otoño que quiere hacerse primavera, como el canto que cruza los puentes y se hace cómplice del crepúsculo; son los signos de partida los que se sientan junto a nosotros a tomar el te, los que vieron darle nuestras hebras a la tierra para hacer crecer el amor a lo insondable, los que vaciaron nuestros bolsillos llevándose lo innecesario; los mismos que sin solemnidad alguna acompañan hoy esta despedida. Nos vemos.

Wednesday, June 18, 2008

El lugar de lo hallado y el ensueño


Quiebra la faz vidriosa de una parte de este encuentro, y la cadenciosa gota del ensueño visita y sacude la piel, asciende y se multiplica para luego explotar generando destellos al unísono dentro de cada línea de la realidad. Parece mimbre brillante el vaho que pausadamente se arropa con desnates insolentes y exuberantes, mimbre de otoño que al fundirse de otros, da sabor y aliña el caldo de todos los epítetos que invocan la locura de los pasajes de vapor, de los árboles que guiñen su embrujo y también de las puertas que se expanden para dejar entrar la niñez conmutada por una visión que atraviesa nuestras manos haciéndolas de papel, espuma y cielos líquidos que siempre proponen entrar al que sólo ofrece entrar.

Un aroma irremediablemente familiar hace cambiar la estructura de lo que antes era comprendido como fragor desierto, nos sentimos otros y un aliento texturado por auroras iridiscentes despierta las entrañas y remueve las hojas pegadas de un libro en desuso. Un anaquel tan lleno de significado y tan perdido por causa de aparentes siglos de emociones sedientas y pensamientos de combustión rápida y digestión lenta aparece sin capricho alguno sobre la vista de la partida. Un cerrar los ojos nada más, un breve chasquido de los dedos de mimbre para comprimir la experiencia en una microcósmica esfera de vida, en un arte de volantines que aparece oscuro y desafiante en un principio, pero que el temblor y precipicio lo olvidan desnudando todo concierto para denostar el abanico de mareas subyacentes que no tuvieron oportunidad distinta a la de dirigirse silenciosamente al corazón de la elegida soledad de las dimensiones. No la tuvieron razón del azar, su receptáculo vaciado de sentidos y direcciones fantasmas ya no permitía opciones diferentes a la de hacer y seguir el pálpito de nadie y hacer nuevamente juego de las flexiones. ¿Acaso alguna vez no fue familiar?

Lo recogido en este presente está aquí mismo, abrazando todo lo que la mente no ha de entender ni menos controlar, es una sonrisa saber sin saber, el lugar de lo hallado y el ensueño frente a ti y a mi, visitándonos de día y de noche, derramando todas las preguntas, las confusiones y los gestos de contorsión . En nosotros el teatro mágico y el sigilo de los movimientos multicromáticos que le dan el giro y el tinte de vértigo a este carrusel que nos transporta a lo infinito, en ese y en aquel lugar estamos andando, en el que siempre fue de todos, en el que siempre fue andar donde hubiera que hacerlo. Acordar y acordarnos fue sólo tarea de ver la luna besando los ojos del serpenteante movimiento de las olas de energía que aún fulguran para presentarse y dar a conocer las formas y colores predilectos que adornarían las morada de una nave; acordar, es aún silencio de contemplar los maderos rotos de antigua imagen que perece junto al sudor convertido en grito y lágrima de lo imposible, son los cuerpos viéndose caer y desvanecer sus ropas junto a los intentos de salida que hicieron respirar la memoria por primera vez. Lo encontrado no es más que este lugar donde estamos comenzando a nacer, no es más lejano que el cuerpo que se transforma y se desdobla mientras las horas de nadie pasan convirtiendo el aire frío en un lento y espaciado canto que pasa con espíritu vivo para conocer la marca de su propia muerte, el epicentro donde se sembró el cortar las amarras, un presente atrás donde sin saberlo éramos nosotros mismos quieres rompíamos todos los límites de la percepción y quebrábamos todo simulacro de realidad.

Ahora estamos ahí mismo, tan aquí como aquí.

Sunday, April 13, 2008

Entrañable melodía


Sumergida en túnel de planetas y desafiada por el alba está girando tu silueta de vapor. Tañida eternamente sobre el compás de las figuras de plata, la sospecha del áurea se desviste con suavidad para entregar un primer aliento al fulgor, y con la estrella que se asoma desde su nariz, apunta una evocación premonitora al instinto del inminente corazón.

Sutilmente tu ombligo alcanza la palabra, esparce su seda sobre el rumor de los ecos y sugiere una estrofa de pálidos vientos que nos empujan lenta e inevitablemente al dulce abismo, al milagro desconocido de las libélulas que trazan los senderos ancestrales, páramos donde se mezcla todo lo humano con el ansia de vastedad, la sed incurable de toda esta inocente travesía pétalo colibrí. Nos situamos entre los silencios, porque ahora nada ha dejado de partir a tu lugar, nos ubicamos entre las paredes que murmuran el ahora sin dobleces para sentir directamente la transparencia de una nota, un pequeño cristal en gestación. Este microcosmos está vivo y vibra con el color de los insondables vaivenes que desde su trance mágico han dejado por fin de lado su latencia temerosa; esta cadencia se estira y está formando espirales con cada pulso que recibe el serpenteante sentido, esta armonía está hecha de ahora, está vestida sin horas, está perdida sin estarlo, porque está en medio del círculo final.

Ellas, tus hebras, son lámparas titilantes que cambian de lilas, jacintos y algodones amarillos, ellas suspiran entre pequeñas risas las escalas frutales que hacen de los duraznos frutos distintos a los que esperaría quien no quiso soltar sus amarras, sólo por temor a zozobrar. Ellas se separan para buscar una señal, se confunden caleidoscópicas y fractales con el ágape de los elementos, que como tímidos árboles fundidos con las estaciones, clavan su raíz en el hielo de las islas siderales que guardan sus moradas en la memoria labial. Los hilos son también como la marea tonal que se recoge en ofrenda al plenilunio, son prístinos e insolentes mientras marchan dentro de las profundidades para dar con el habitáculo donde mora la promesa.

Mientras por tu espalda siguen cayendo las hojas enloquecidas que reaccionan con lo incomprensible, el interminable sigilo de advertir lo que tu cuerpo hará con su luz sólo hace que la embriaguez de dos rayos multicolor se torne más consciente, más despierta e infinitamente real, como este cáliz inundado de misterio del que nos valemos para soñar una vez más nuestra partida, como el anhelo de la transparencia entramada con la otra realidad, como el silencio y todas sus conversaciones, todas las canciones, las risas y todos los juegos que traemos desde allá, con el propósito de reencontrarnos nuevamente para hacer del poema un cielo para andar.

Nada más que el simple estar aquí es lo que trasmuta muerte por vida, quien que abre las puertas del vacío hipnotizante del que decidimos hoy explorar. Es este aquí y aquí quien está lleno de luciérnagas y pechos abiertos, él es quien regala sorpresas y vértigos inaguantables, es quien sugiere a los oídos de la crisálida su tiempo de eclosionar. Hoy el miedo se ha quebrado para dejar entrar burbujas iridiscentes e inocentes carruseles de luz al rito crepuscular. El soplo revolotea entre nosotros, llena de líneas cada acorde, traspasa nuestro cuerpo y nos canta el arrullo que derrite invenciblemente al olvido para dejar correr libre al torrente por donde valiente nada el sueño boreal.

Friday, March 14, 2008

Líneas paralelas


Paralelo hacia donde vemos andar, camina quien nos vio también paralelo andar. Son dos líneas que cruzan las fisuras que han dejado los ciclos en la tierra por desnudarse en su encuentro con los elementos, son trazos que brillan entre ropas del ensueño los que logran dejar en medio del vahído un rastro intencionado, dirigido y guiado por saliva etérea, por el ansia del barro en zapatos de avenida insolente que acusa sin chistar a quienes se han acercado a responder el llamado que resuena como eco antiguo. En esta noche casi al alba, las ampolletas encendidas y los susurros esparcidos junto al aroma de la hierba mojada anuncian la presencia de otros y otras que han asistido al vacío innombrable de este abismo, a este ahora perpetuo que justo en su lugar, se ha hecho del silencio que antecede a la tormenta, al pálpito inevitable que nos convoca liberar. Cada presencia aquí es sigilo de lo abstracto que acecha cada mirada y que traspasa con su voluntad el sabor metálico del enfrentamiento, cada mirada hace que el silbido del viento se divida y tome el color del mito predilecto, del sumergido grito que ya resplandece por desenterrar la realidad perdida; cada sueño aquí presente es metáfora de partida que desmonta capa por capa la sensación en bruto hasta hallar su espíritu primigenio: ¡Quién más que el vértigo implacable como acompañante a la hora de darnos a lo insondable?.

Paralelo es este concierto de vidas separadas donde andamos recolectando salidas, es este teatro inmolado por la experiencia del olvido, paralelo es como la necedad creciente y el recogimiento del animal místico que ya no vive para contemplar la comunión con el universo y disfrutar del jardín infinito, sino que sólo lo hace para alimentar la duda que se ha hecho una puta rutinaria que aleja a hombres y mujeres amarrándolos con fuerza a los objetos, a la adicción por las emociones de segunda mano y a la sed insaciable que provoca el vórtice de un mundo lleno de confusión y desidia. Ver no sólo es signo para su contemplación, sino que también es la responsabilidad de hacernos cargo de lo percibido y lo aún por percibir, es la univocidad al gesto del universo que sigue dando vueltas a su rueda en el vaivén gemelo de su ciclo.

Aunque paralelos también sigan los temores que aún acompañan el camino, aunque sigamos cargando innecesarios lastres y miserias disfrazadas a convicciones inexistentes, el tiempo para la libertad sigue siendo ahora; aunque permanezca el temor del desarroparse y la frustración en el semblante, continúa siendo este el ahora para dejar que la nada haga y deshaga con el cuerpo, para permitir que la otra sintaxis estire y agujeree, que amolde y recombine, que rasgue y vuelva a unir. La realidad es sutil, es dejar para abrazar, es querer dejar de entender para entender, es desvincularse del engaño y escondrijo que genera la mente para desarraigarse de la ilusión que hace entender como existencia segura a una vida desafectada del riesgo y el vértigo, a una vida aferrada a lo conocido y lo falsamente familiar, porque lo verdaderamente familiar nunca ha fusionado con la comodidad del desapercibimiento, ni tampoco con el escape ileso y falazmente indoloro del pensamiento que suplanta la realidad y que simula absurdamente evadir los certeros golpes de la regla.

Lo familiar somos nosotros anunciando el precipicio, es el presente crudo y sincero en los ojos de quien también busca acordar, es la visión que quema por dentro y que al mismo tiempo convive con las luchas que se urden paralelas a nuestro anhelo de hallarnos. Lo familiar es hoy la soledad que limita con la locura del caleidoscopio, es el amor intransable al propósito que lastima cuando lo debe hacer, es el rostro que ríe por haber creído que conocer el camino es igual a recorrerlo, lo familiar sigue siendo la memoria de los sentidos despiertos a cumplir su cometido, son las líneas paralelas que nos desplazan sin importarles que creamos o no saberlo.

Tuesday, December 25, 2007

El vértigo es una corazonada, una tonada de la hermana muerte


La música se viste de silencio, se enjuga entre las calles como la vertiente que brota con la misma esencia de intensidad, el mismo intento, el mismo misterio que fue el brillo ambarino de aquel momento de arrojo y que es brillo desafiante también de este tiempo sin lugar, de este practicar el despojo de lo personal, de esta insolencia de encontrar el lenguaje del cuerpo con los ojos aún borrosos, para develar lo que haya que descubrir, para despertar lo que haya que librar, aunque sólo se tengan en las manos migajas y miserias, aunque se tenga nada y tenga que sajarse la memoria incompleta para dejarlo todo una vez más, para aventar hacia lo vasto todo lo que tenga que partir, todo lo que deba despedirse, toda la pena, los secretos que desvelan, los balancines que a veces duelen tanto, las guaridas que preparan sus juegos bajo la tierra, todo para nadie, para luego hacernos de una inmersión desatendida y solitaria, animada por un remolino siempre sediento de cuerpos y naguales.

Desde el momento en que los rayos de sol apuntan mezclados con la sonrisa de los cerros el este hasta que se despiden besando con apasionada muerte al mar, la música es sólo silencio y soledad. Lo es así porque sólo aguarda su grieta destellante para saltar en ella y arrancar las esferas que emanan la vida entre las malezas, porque ella puede ver, ella hace vislumbrarnos en un precipicio de arrojos serenos y sin historia, hace nuestra la posibilidad de de hacer posible el vergel tras el espejismo, el canto de las alas oscuras que se baten despidiendo la saliva consciente y fulgurante que nos hace nadar. Talvez nunca pueda contener la explicación del verbo porque sea tan inasible como la acción, el inmanente que contiene el presagio y la corazonada.

Ella nunca quiere expelerla a través del mecanismo y la convención, mariposea en el ombligo, es desafiante y toma sus propias riendas y calla, golpetea el estómago hasta hacer exprimir la última gota de experiencia. Contempla desde la semioscuridad desde el filo de las piezas, que aún en bruto cambian de posición de vez en vez contrastando los platos servidos de inevitable, el condimento que hierve acechando las fibras que se rozan entre los arbustos de cualquier estar, entre las emociones que ahora somos capaces de desatar, esos pulsos del que ahora estamos desatormentándonos. La mayor parte del tiempo, la música es tanto quebrarse infinitamente para hacerse de un propósito que extrañamente también es un choque con la suavidad y la textura, una implosión entre dos límites que alguna vez parecieron solo soñados e infranqueables.

Pero ahora estamos aquí, la manifestación de lo abstracto que llegó esa vez junto a la presencia oculta de una sombra gemela ha traspasado la pared. La imagen antigua que con forma de niño asustado miraba a la gente hacer, sólo hacer, ha logrado el supuesto imposible de madurar en la nada; sólo en su empeño de abrir por vez primera sus sentidos para el zanjar el aire de aquí junto otro aquí, ha logrado escuchar su corazón, su ser que respira. Ahora no queda justificación alguna para el lugar más lejano, para convertir la historia en piedras encendidas que al ser vistas desde la distancia, conformen las inscripciones que antes inertes desconocían que en sus manos empuñaban esas amadas espinas, pero que hoy hermanas de la muerte, son pilares de la responsabilidad y la risa, del ladrillo tras las melodías y locuras de quimeras, de las palabras y encantamientos que de tanto milagro como realidad y excusa, han calzado perfectamente en el diseño de nuestra partida; también de las certeras anécdotas que aún no vivimos y que resuenan como elásticos que al estirarse hacia nuevos horizontes van fijando nuevas estaciones del conocimiento que se alejan más y más de los resabios de las viejas canciones, para adentrarse más en la entraña, para lograr la contorsión que descubra que entre corazonada y corazonada hay peregrinaciones hacia la nada que entre cicatrices, tristezas, soledades y anhelos esconden un soplo que acuerda silenciosamente sus tonadas de muerte y liberación.