Monday, March 29, 2010

Los signos de partida



Cuando las palabras se hacen una con el movimiento, los sentidos despiertan de su letargo para vibrar junto a las cuerdas del gran silencio, entonces, un espacio nuevo despunta desde la matriz para transformarse en otra vestidura para el viajero. Es así como se extiende este lapso de travesía, instante pequeño que forma vórtices y que incita a la confusión a retirase para dar paso a unas manos que empiezan lentamente a desatar sus propios nudos, a desnudarse sin apego al pasado; a entrar en terreno completamente virgen y volver al juego de acordarnos de que fuimos hechos dobles y que pertenecemos a una dimensión donde la realidad se divide y hace germinar dos sintaxis que pueden convivir en una esfera de percepción. Aquí la sugerencia es un inevitable andar sin conocer, una exploración de revelaciones guardadas para el ahora de cada lugar y un darse cuenta desde la entraña, desde el vértigo que surge en el ombligo y se extiende a través del filo de cada señal. De momento este es otro primer paso, otro intento de compartir el gentil desafío de encarar a lo desconocido, aligerando el equipaje y dejando todo lo que tenga que quedar para dar lugar a la partida.

En cada latido del viajero se presiente el gesto del infinito, un momento donde el soplo del vacío deja una puerta semiabierta para dejarnos entrever una apertura, una grieta donde la mudez implacable nos permite escuchar una voz vaporosa con silueta de anhelo presente en la memoria del cuerpo desde nuestra gestación, una voz con poder de desdoblar el pensamiento y envolverlo en un halo de misterio; un tenue susurro que brilla en las profundidades y que abotona nuestros recuerdos como cuentas que caen sobre el agua, creando un ritmo de abismo que crece hasta en música desconocida e impersonal; poesía extraña y surreal, pero siempre reconocible como parte nuestra. Inocencia, trasgresión, secreto y locura son nombres que tal vez resonaron junto a esta música, nombres que junto a otros se disuelven para unirse al sigilo de un sueño que fue tejiendo pacientemente la certeza de lo que en un principio fue sólo un algo, una idea lejana que al desenterrarse se fue convirtiendo en la voluntad metamorfoseada, en los signos de vida que ahora apuntalan el toque de lo abstracto en cada una de nuestras células. De ahí la naturaleza que nos evoca inexorablemente a salir desde adentro para ver serenamente a través de los mismos ojos del infinito.

Esta bitácora quiere más que este torpe empeño de estirar fibras y este montón de palabras lidiando con el azar, busca engancharse en las líneas del mundo y desplazarse por ellas hasta llegar a los umbrales del corazón. Busca pulsar la memoria olvidada, tocar la piel de viajero, la que a veces escondida, teme salir hacia el sol para dar con su propósito. Busca romper las certezas, despojarse de las imágenes anquilosadas y las proyecciones fantasmagóricas que nacen de aferrar el miedo y lo personal; busca ser nada, dejarse andar por la liviandad de reírse de si misma; fluir y respirar cada segundo en la más sencilla libertad.

Son las palabras que logran hacerse una con el movimiento, son los latidos del viajero, lo que sale desde estos dedos, lo que está dentro de ellos, lo que los empuja, son los signos de partida que brotan como el otoño que quiere hacerse primavera, como el canto que cruza los puentes y se hace cómplice del crepúsculo; son los signos de partida los que se sientan junto a nosotros a tomar el te, los que vieron darle nuestras hebras a la tierra para hacer crecer el amor a lo insondable, los que vaciaron nuestros bolsillos llevándose lo innecesario; los mismos que sin solemnidad alguna acompañan hoy esta despedida. Nos vemos.