Saturday, April 09, 2011

El Plomo



...Tres luces se mueven a lo lejos, suben entre las piedras y pareciese que buscan salir a mi encuentro...

Subimos de noche, hace poco que el crepúsculo cerró sus puertas para dejar paso a la oscuridad que rápidamente toma el lugar. Las luces de las linternas toman protagonismo y empiezan a moverse junto la respiración de quienes las portan. Los pensamientos vienen, van y regresan con la silueta de las montañas que dibujan de la mano de las estrellas el sutil paisaje de ese momento.
Los pensamientos navegan entre los sueños y los propósitos, paseándose a través de tierra, piedras y pequeños seres que habitan el lugar; son pensamientos nuestros, pero también pertenecen al lugar que los evoca. Nuestros pasos aún no saben cómo serán los próximos días, sin embargo, continúan avanzando al encuentro de quien los espera al fondo del valle y sigue desde lo alto el deambular de cada uno de sus visitantes; los pasos son nuestros, pero también del cerro que los convoca.
Es recién la primera parte del viaje, es viernes e intentaremos hacer cumbre saliendo la madrugada del domingo, para eso, llevamos con nosotros todo lo que nos motiva a estar ahí. Mari y quien les escribe, le seguimos el paso al intento de diciembre pasado e insistimos en la idea de llegar hasta allá, Nico, por su parte, va por primera vez por la experiencia que es el salir en busca de este gran cerro.
La tarea para esta noche es sencilla pero no menos significativa: subir desde La Parva y llegar el sector de laguna Piuquenes, donde acamparemos con el objetivo de aclimatar y reponer energías para la jornada del día siguiente. Luego de un par de horas de ascenso tranquilo, ya estamos junto al lugar acordado, estamos armando campamento, estamos dentro de la carpa compartiendo el alimento y planificando el itinerario para la siguiente jornada. El tiempo se siente distinto aquí y pregunto la razón de esto...me detengo. Tal vez porque ya menos ruido nos distancia del silencio y los sentidos pueden ya percibir los hilos del cerro. A lo mejor es un recuerdo, un antiguo recuerdo.


...Los pasos de los visitantes se acercan como en un sueño, se mueven junto al ritmo del sol, es un juego...



Nos levantamos y partimos sintiendo cercanía al andar, existe armonía entre los sabores, el aroma y los olores presentes, hoy nos acercamos un poco más al Plomo y un pequeño vértigo se va insinuando en el sonido que hacen los pasos al tocar la tierra. Los ojos hoy son de otoño y el sol se va convirtiendo en un sereno acompañante que contempla con paciencia lo que van dejando todos los encuentros que hay entre el camino y nuestro caminar.
Seguimos con el plan de avanzar con tranquilidad, sin apresurar huellas ni dejar que la ansiedad domine el paso. Hoy la jornada tiene por objetivo completar la aproximación hasta el campamento desde donde realizaremos el ataque la madrugada siguiente, seguramente este lugar sea el sector de Federación, desde donde habitualmente se hace el ascenso a la cumbre.
Entre el paisaje que transparenta la belleza de planeta se mueve sin tiempo la jornada. Dejamos atrás pequeñas lomas y bosques petrificados para adentrarnos lentamente en el valle que tiene por guardián al gigante de los glaciares que brillan con la luz. Mientras esto sucede, se va volviendo imposible no deleitarse en el instante, estamos caminando y agradezco de estar presente en aquel lugar, es por eso que independiente de lo que suceda el resto del fin de semana, siento este viaje ya se ha transformado en un regalo para la memoria, uno para compartir con la alegría de saber que se está precisamente donde uno elige estar.
Desde nuestra partida de Piuquenes, pasando por Piedra Numerada y hasta llegar a Federación, hablamos mucho sobre la posibilidad de tener un domingo despejado, hablamos de lo bueno que había sido reunirnos y organizar esta salida, pero por sobre lo demás, hablamos de darlo todo al día siguiente y poner nuestro empeño en respirar allá arriba, donde una parte de nosotros ya nos espera y nos anima.


..El silencio acompaña la respiración y el vértigo se hace parte del lugar, es momento de encontrar...

Suena el despertador, hace rato que los tres estamos despiertos aguardando con inquietud el momento de abrir la carpa y salir hacia lo que nos convoca. Son las dos de la madrugada del domingo y el ánimo se hace fuerte a medida que salimos de los sacos de dormir y arreglamos las cosas para el ataque. Tomamos desayuno, calentamos agua para los termos y tomamos el tiempo para terminar de prepararnos. Chaquetas, gorros, guantes, polainas y parkas de pluma se disponen al encuentro, ya es la hora, debemos partir por el Plomo, nuestro cerro.
No hace tanto frío como esperabamos, es una señal que nos alienta aún más. Estrellas fugaces hablan de todas las formas y nos acompañan al pasar. Subimos lentamente por la oscuridad dejando piedra tras piedra, continuamos sin detenernos y las tres luces que antes el cerro veía desde lejos, hoy se mueven cerca los pies del glaciar colgante, cada vez más cerca de buscamos.
Al llegar al refugio Agostini (4.600 Msnm) aún nos acompaña la noche, son pasadas las cinco de la mañana y nuestro ánimo sigue en pie para continuar. Nos detenemos un poco, entramos al refugio para hidratarnos e intercambiar algunas palabras. ¿Cómo estamos? -Bien, estamos bien. Sólo algunos minutos para reponernos y afrontar el largo acarreo que nos esperaba hasta la Pirca del indio.


Sólo al avanzar un buen trecho por esta subida de tierra, hielo y piedras sueltas que el día comienza a mostrar tímidos indicios de su nacimiento, es un domingo claro, donde las luces de la ciudad van apagando su titilar desde lejos. Es un día para reconocernos el que se levanta, son los brazos, los pies y los sentidos los que se descubren en cada metro que avanzamos, es el aire y todo lo que nos rodea lo que se confabula con la inexorable presencia de los siglos frente a nuestros ojos, es este planeta vivo que nos habla, que nos respira y nos exhala.

¿Cuánto falta para la pirca? -Falta poco, falta poco...Vamos, ya estamos acá.

Llegamos a la pirca del indio (5.100 Msnm) y se va haciendo de día, tenemos hambre y sed. No nos hemos detenido desde Agostini y nos ha tomado más de dos horas llegar. En esta última subida se sintió con más fuerza el frío, fue una subida pesada y trabajosa, pero ya ha pasado. Estamos acá y debemos reponer nuestras energías para continuar.

-Tenemos que partir luego- Abrigarse, comer, hidratarse, ponerse los crampones y partir. Si nos quedamos aquí descansando se va a hacer más difícil seguir...esto es lo que pasó la subida anterior, así que vamos nomás.

Entonces partimos. Equipados y con fuerzas renovadas gracias al té y la comida retomamos el camino. Estamos en la última parte de la subida, cruzamos tranquilamente el glaciar Iver mientras todo en nosotros se concentra en seguir. Nos quitamos los crampones, continuamos, una larga vuelta bordeando una loma, vamos! va faltando menos, vamos! estamos más cerca. Otra subida más, más pendiente y el cuerpo empieza a sentir el esfuerzo, pero no importa, ya casi llegamos.
Por fin termina la subida, aparece el sol cubriendo nuestros rostros y la huella hasta la cumbre está marcada y casi sin pendiente. Aparece también el vértigo que nos dice que estamos llegando; aparecen también múltiples imágenes, son caleidoscopios que se juntan con los pensamientos de todo lo que nos llevó a estar aquí, es una bella escena. Una memoria nueva se despierta y recordamos. Todo lo que ha costado llegar tiene un valor especial para cada uno de nosotros, tiene un valor que sólo el corazón que lo experimenta puede palpar, el valor de elegir y de darlo todo por esta decisión, tiene también el sabor de caer, volver a pararse y de sentir en carne propia el constante movimiento de la vida, ese ondear y estar en el presente con la vista firme hacia el horizonte que se avecina.
Estoy llegando, miro hacia atrás y aún no aparecen Mari y Nico. Vuelvo a buscarlos y encuentro a Mari, le pregunto por Nico y me dice que viene un poco más atrás. Sigo, seguimos, ya estamos, falta poco! estamos llegando, vamos!.
El tiempo desaparece otra vez, se lo ha llevado el cerro. Cierro los ojos en esta querida altura, los abro, estoy parado en la cumbre. Boto el piolet al suelo y grito con el corazón, todo lo que siento me sale desde muy adentro, todo alrededor toma vida y por un instante cada célula de mi cuerpo se conecta. Sonrío. Viene llegando Mari y le grito que ya está, se lanza al suelo y vive también su momento. Llega Nico, nos abrazamos, los tres estamos aquí.


El largo trayecto que tenemos que hacer para volver hasta la Parva nos hace revivir constantemente las imágenes vividas durante la pasada mañana. El Plomo ya se aleja y a ratos me parece casi increíble que hace poco hayamos estado allá. Es casi increíble, pero indudablemente estuvimos allá, porque algo en nosotros es distinto, algo pequeño es distinto, es una marca imborrable nos sigue donde nuestros pasos decidan estar.

El regreso es una despedida que abre sus puertas a un nuevo viaje, el regreso es otra bienvenida. Gracias, gracias a todos quienes compartimos de alguna forma las vueltas de este gran viaje.

Elías.

2 comments:

Unknown said...

Nunca he subido un cerro así. Espero poder hacerlo ahora que me uní a la rama.

De cualquier manera, creo que puedo entender lo que sentiste al entrar en contacto con 'algo más' en un lugar así. Sea una cumbre, un valle solitario, una laguna.

Tienen ese no se qué, ese qué se yó que te conecta con la vida.

Buen relato.

Nico K said...

Excelente hermano!!