Tuesday, December 25, 2007

El vértigo es una corazonada, una tonada de la hermana muerte


La música se viste de silencio, se enjuga entre las calles como la vertiente que brota con la misma esencia de intensidad, el mismo intento, el mismo misterio que fue el brillo ambarino de aquel momento de arrojo y que es brillo desafiante también de este tiempo sin lugar, de este practicar el despojo de lo personal, de esta insolencia de encontrar el lenguaje del cuerpo con los ojos aún borrosos, para develar lo que haya que descubrir, para despertar lo que haya que librar, aunque sólo se tengan en las manos migajas y miserias, aunque se tenga nada y tenga que sajarse la memoria incompleta para dejarlo todo una vez más, para aventar hacia lo vasto todo lo que tenga que partir, todo lo que deba despedirse, toda la pena, los secretos que desvelan, los balancines que a veces duelen tanto, las guaridas que preparan sus juegos bajo la tierra, todo para nadie, para luego hacernos de una inmersión desatendida y solitaria, animada por un remolino siempre sediento de cuerpos y naguales.

Desde el momento en que los rayos de sol apuntan mezclados con la sonrisa de los cerros el este hasta que se despiden besando con apasionada muerte al mar, la música es sólo silencio y soledad. Lo es así porque sólo aguarda su grieta destellante para saltar en ella y arrancar las esferas que emanan la vida entre las malezas, porque ella puede ver, ella hace vislumbrarnos en un precipicio de arrojos serenos y sin historia, hace nuestra la posibilidad de de hacer posible el vergel tras el espejismo, el canto de las alas oscuras que se baten despidiendo la saliva consciente y fulgurante que nos hace nadar. Talvez nunca pueda contener la explicación del verbo porque sea tan inasible como la acción, el inmanente que contiene el presagio y la corazonada.

Ella nunca quiere expelerla a través del mecanismo y la convención, mariposea en el ombligo, es desafiante y toma sus propias riendas y calla, golpetea el estómago hasta hacer exprimir la última gota de experiencia. Contempla desde la semioscuridad desde el filo de las piezas, que aún en bruto cambian de posición de vez en vez contrastando los platos servidos de inevitable, el condimento que hierve acechando las fibras que se rozan entre los arbustos de cualquier estar, entre las emociones que ahora somos capaces de desatar, esos pulsos del que ahora estamos desatormentándonos. La mayor parte del tiempo, la música es tanto quebrarse infinitamente para hacerse de un propósito que extrañamente también es un choque con la suavidad y la textura, una implosión entre dos límites que alguna vez parecieron solo soñados e infranqueables.

Pero ahora estamos aquí, la manifestación de lo abstracto que llegó esa vez junto a la presencia oculta de una sombra gemela ha traspasado la pared. La imagen antigua que con forma de niño asustado miraba a la gente hacer, sólo hacer, ha logrado el supuesto imposible de madurar en la nada; sólo en su empeño de abrir por vez primera sus sentidos para el zanjar el aire de aquí junto otro aquí, ha logrado escuchar su corazón, su ser que respira. Ahora no queda justificación alguna para el lugar más lejano, para convertir la historia en piedras encendidas que al ser vistas desde la distancia, conformen las inscripciones que antes inertes desconocían que en sus manos empuñaban esas amadas espinas, pero que hoy hermanas de la muerte, son pilares de la responsabilidad y la risa, del ladrillo tras las melodías y locuras de quimeras, de las palabras y encantamientos que de tanto milagro como realidad y excusa, han calzado perfectamente en el diseño de nuestra partida; también de las certeras anécdotas que aún no vivimos y que resuenan como elásticos que al estirarse hacia nuevos horizontes van fijando nuevas estaciones del conocimiento que se alejan más y más de los resabios de las viejas canciones, para adentrarse más en la entraña, para lograr la contorsión que descubra que entre corazonada y corazonada hay peregrinaciones hacia la nada que entre cicatrices, tristezas, soledades y anhelos esconden un soplo que acuerda silenciosamente sus tonadas de muerte y liberación.

Friday, November 16, 2007

El regalo de los inexistentes


Puedo comenzar a hablar de los miedos, de todos los inexistentes carteles fantasmagóricos que he puesto sobre mi cabeza con el afán de justificar la absurda compasión que siento al no cumplir al pie de la letra la imaginería, la tarea que actualmente me han propuesto las imágenes mentales que sigo creando en esta excéntrica doble personalidad . Ahora también lo hago, y tal vez sea la mayor locura y desfachatez el ofrecerles esta miseria, pero creo que ya he dejado de estar moralmente cuerdo para poder evitarlo. Lo siento, ya es tarde.

Ellos, los hijos de la cobardía, son los escondites que me asolan de tiempo en tiempo para vender su tranquilidad, pasividad que la mayoría de las veces acepto, creyendo desde la fama inocente que palpa el aire (jurando de guatas diríamos aquí), que esta es una verdadera preparación para combate. Como en distorsionada imaginación llego a creer y vivir esta tranquilidad (sólo para mi mismo), ellos se acercan poco a poco para dar sus correspondientes premios y ofrendas a la nueva capa de realidad: ellos golpean suavemente mi espalda y consuelan mi pena haciéndome sentar en un cine a ver la película que habla del guerrero que se desgarra en su camino. Mientras proyecto las acciones del personaje, mi mente se siente comprendida y disfruta la historia como si la viviera en carne propia. Cree vivirla, y es más, hasta es capaz de planear concienzudamente la celebración del triunfo en conjunto con los vencedores. Este es el verdadero descaro.
Para entonces, mis ojos cerrados ya se han emocionado por haber comulgado con los personajes, con los héroes que hablan de sus logros y hazañas. No se equivoquen, los ojos no se han cerrado por la emoción, sino que lo estuvieron mucho antes de asentarse en su propia escapatoria, en otras palabras, su desnudo temor.
En verdad no he vivido nada, únicamente la entereza de juzgar mi propia ceguera, y si es que soy un héroe, sólo sería el de las espadas de papel y el de los ahogados delirios de la invención; de no estar de frente a quien realidad soy, o la realidad de quien soy (¿quién realidad soy, qué busco al esconder mi cobardía?). Sólo soy el escondite y quien me asola es la voz aún temerosa que habla de salir, sólo eso soy capaz de buscar ahora.

Puedo también callar y dejar que hable solo el tiempo en que no estoy, cuando mis actos están más muertos que nunca y sólo son capaces de alcanzar tibiamente el movimiento falso y mecánico de alguien que se mueve sólo porque siguió la referencia de otro que hizo lo mismo. ¿Qué es lo mismo? ¿Quién es el mismo? ¿Qué es lo que hizo y por qué lo hizo? En verdad parece que nunca quise preguntarlo y eso no ha hecho más que doblegar la verdad escondida en toda esta de esta falsedad, agregar una capa más de tierra al refugio que crea el pavor a lo desconocido. No me queda más que acusarlo y denunciar todas las posibles locaciones futuras donde se pueda alojar, donde pueda escapar, porque ellos, los inexistentes, se meten como piedras bajo la piel cuando no los esperamos y también cuando lo estamos haciendo, cuando ignoramos su paso de costado entre los agujeros que no han sido aún llenados con un propósito inflexible.

Hablarles ahora del miedo y de las escapatorias no me hace más guerrero, este amor cobarde que no llega ni al amor ni a la historia no pretende ser la redención de su propia morbidez, no es nada más que la evocación de la verdadera batalla contra la expectativa, contra la ansiedad de encontrarme ya despierto y evitar así de alguna forma el paso aciago que hay entre el pie detrás de pie; lucho por disolver el apego en este presente que alumbra con su filo helado de rasgar una vez más, lucho porque no puede haber en estas letras más que un inexistente que sólo regala preguntas, un cuchillo sin filo para cortar uno por uno, o tal vez de una vez, todos los brazos que mi propia importancia ha urdido, esos brazos que he creado para esquivar los certeros golpes que la propia muerte asesta. Creo que hay que romperse cuantas veces sea necesario, es lo único que ahora me impulsa a no callar.

Wednesday, October 31, 2007

Puño menguante


Un lobo simplemente optó por acercarse, dejó su lugar que estaba a centímetros del sol, avanzó entre los huecos de la hierba y su cola se deshizo entre las antiguas inscripciones de un planeta en movimiento. Su cuerpo se sacudió telúricamente desde dentro hacia fuera, separando su imagen de su sombra. Sus garras recuperaron su puño menguante, sus ojos se transfiguraron en memorias arcanas y en gritos insaciables, sus pupilas en gotas oscuras talladas sobre propósitos que fueron como la piedra inamovible. Su piel se convirtió en metal cuando pudo verse andar desde dos lugares a la vez, y así, notó que su espíritu era como el aullido crepuscular, como un sueño de otra edad. Entonces calló y decidió, calló para darse irrevocablemente a una vida que sólo podía ser acompañada por su muerte, por una extensión del rayo que se le reveló una noche donde el un árbol sin voz le presentó una estalactita realidad.

Recorrió los recorridos entre el espacio pausado por la brecha que deja el pensamiento no pensado y la acción misma del ahora; giró el tiempo para desaparecer su historia dormida entre los cardos y los espinos que marcan la esclavitud con la que se llega a este mundo luego del pacto del olvido. Quiso desvanecer sus hilos y caer en el desierto, mover su soledad en el limbo de los recuerdos y los fantasmas. Condujo su voz semitransparente hasta la morada del cóndor para así saberse nunca importante, para saber llevarla una y otra vez a otro, para traspasar su pecho con el destello que deja el paso de un ave; nunca importante, siempre la sombra doble e invisible de un latido inflexible y sereno. Entonces caminó y puso su vista en los presentes que son como las líneas vibratorias de las islas, ciudades y reinos enteros situados sobre las partículas de infinito que viajan contraluz por un flujo de ser.


Evocación

Un arbusto regó sus turquesas sobre las espinas secas que esperaban su turno para beber de los respiros que se les ofrecen a los mensajeros del alba; una nube se contorneó y luego dobló por el sureste en dirección inversa a la copa de un árbol submarino que fue fosilizado por las eternas pinceladas de las estaciones. La nube volvió una vez que hizo su tarea y cuando su cola reapareció, la sangre brotó como una bandada carmesí, brotó porque lo quiso hacer. Transmutó en la sombra que subía, dejó su espada entre las piedras para convertir su muerte en una extensión de las marcas que trazó la cuerda líquida de un arpa; lanzó sus letras negras hacia el viento, las disparó dibujando truenos ascendentes y zarpazos arremolinados que buscaron la apertura umbilical.

Mientras la tierra callaba por no querer decir nada más, sus heridas y cicatrices le permitieron enfrentar una vez más a los presentes y las entelequias sobre una ilusión de la que nadie quiso creer. El misterio doblegó sus cartas sobre la mesa, siguió su cauce la incertidumbre y el papel se rasgó haciendo aparecer caídas, absurdos, trances y huidas; giros y ofrecimientos de detenerse ahí, justo en el lugar donde ya no hay vuelta atrás. Una voz le asegura que ya es suficiente caminar, que ya ha triunfado. Entonces él se detiene, la contempla con instinto por unos instantes y luego se despide sin decir más, avanza porque no ha sido él quien le aseguró que ya no hay triunfo mientras queden letras y batallas por lidiar, no ha sido él quien trazó los cuadros negros y blancos del tablero, no ha sido él, sino el soplo implacable de un comando de metáforas y mapas, que no es más que el reflejo de un árbol que se proyecta en nosotros cada vez que optamos por ver a través de la ilusión de la realidad.

Monday, October 01, 2007

Una mirada de vidas antiguas


La montaña tiene una serenidad que fue zanjada por el viento y las nubes que han dejado su espuma al pasar. En cada vislumbre que serpentea desde la danza de sus centinelas incansables, ella sumerge sus siglos en aniquiladoras y casi imperceptibles sacudidas que invitan al visitante a quitar cada una de las siete máscaras que lo esconden de su rayo final. Mientras la recorremos, algo de nosotros escudriña desde la absoluta sustancia que evoca el sabernos parte de la nada; alguna memoria removida se levanta para dirigirse hipnóticamente al reino de su entendimiento, hacia la comprensión del ciclo más antiguo de las emanaciones que traspasaron las capas del océano en el giro de la gran rueda. Ella responde al viajero abriendo sus brazos hacia un espacio de silencio que dibuja sus movimientos en el escenario del latido impersonal, ella pincela la mismidad arrolladora del absoluto desprendimiento de si, ella es la experiencia implacable que deja el lamento atrás, ella es la silueta del fulgor y las pasajeras espirales que lentamente se borran en el firmamento.

Sus mensajeros son la evidencia de lo que fue enterrado, encubierto y enjaulado por ceder libertad a cambio el olvido, ellos revelarán el pacto que alguna vez fue roto. Ellos son quienes surten el vértigo por donde su predilección los invite a cruzar, ellos erigen las marcas imborrables de su intento hacia la claridad; una y otra vez se levantan hasta alcanzarse a si mismos, para luego entonar una melodía que les recuerda que al llegar serán convertidos en otros. En el momento de ser, ellos tañeran las cuerdas y percutirán el cuero que sopla desde el viento solar hasta el pulso de las dos caras, harán el sonido y los movimientos de la matriz ancestral que fue tallada por los milenios. Llevarán consigo el choque y el florecimiento de los nuevos hilos caídos en el surco de mañana, rasgarán las cadenas para hacer vibrar el enlace que emerge desde lo desconocido para vestir el nuevo traje de la percepción. Los signos que marcaron el retorno de los vencidos estarán bañados a la hora en que se abre el portal de los planetas.

El sonido del viento hace callar la ilusión, y los elementos se disponen a la batalla profetizada por las luces y los guardianes del otro mundo; la nieve quema sus ofrendas frente a nosotros y se funde con este cuerpo que busca sus estrellas perdidas en el juego del olvido. Las certezas llueven como la greda fresca que se amolda al segundo de eternidad, al vaivén que es vivido por cada viajero en el horizonte del ombligo. El confín del lazo irrompible y el fractal de la figura de nuestro viaje definitivo tuerce la distancia de lo imposible, crea la realidad a través la insolencia permanente de romper las máscaras y dar con las esporas que fecundarán la sangre teñida por la línea de sentirnos una vez más uno. El confín del lazo irrompible es el arrebol que pasa dibujando las constelaciones de nuestra presencia, y la rememoración de la voz silente es quien estira el tejido que también vive aquí; es quien expande permanentemente este fulgor de sombrillas interestelares en lugares que ahora nos dicen que ya no existe lugar.

La vida nos anuncia el abismo por donde se cuele la otra mirada, nos hace hallarnos en nuestra más antigua morada. Esta otra vida ya no nos permite respiro si no está presente la batalla que constantemente debate a este cuerpo entre dos lugares, entre dos realidades que aparecen y desaparecen como proyecciones gemelas y semitransparentes de un recuerdo aún por materializar. La incertidumbre nunca se hizo tan amiga de la certeza, nunca se hizo tan verbo del ahora, de este regalo que la montaña nos dejó tras renunciar a las anclas del otoño por el impostergable anhelo de encontrarnos a las puertas de un destino sin retorno. Tal vez, nunca quisimos volver la vista hacia atrás y nos faltaba valentía para reconocerlo, nos faltaba saber que hacia tiempo habíamos desaparecido al despedirse el líquido sol.


Wednesday, September 19, 2007

La muerte transfigura en vida, la vida transfigura en amor


En la vida de un guerrero hay luces que son las pasajeras, hay emanaciones del códice humano que son leídas y traducidas desde el idioma de la predilección, cualquiera este sea. Son destellos fulgurantes que toman prestada la figura de la paloma y el zorzal para acarrear mensajes y momentos de una memoria que parece no ser nuestra. Estas luces son las pasajeras de un tren fantasma, son los siseos del espectador de la misma vida, son los mensajeros de los sueños que mientras pasan vestidos con la pasión del movimiento, hallan el secreto del rayo marfil que desencadena el acomodador. La luz gira y se contorsiona, vibra, se alarga y se empequeñece cada vez que es estimulada por los matices y sus semblantes.

En la vida de un guerrero hay luces imperecederas que permanecen por siempre en el corazón del caminante, ellas son los trazos interminables del ámbar que se aprestan desde lo inasible hasta convertirse en comandos de vuelo; aunque sólo las podemos conocer desde su efecto en la experiencia, las comprendemos como las constelaciones, como las cascadas de eterna caída que riegan de claridad abismo, como las directrices abstractas que conducen la partida. Estas luces son la línea férrea del tren fantasma, son los pilares del fuego sin edad que percuten constantemente en el avance del cuerpo y acompañan inmanentemente al caminante que ofreció su batalla al ser impersonal.

Hoy, las pasajeras se han entrelazado con las inmortales para adentrarse en lo desconocido. Decidieron unir un instante sus destinos para descubrir con dos manos manto que protege el libro, para mostrar que en infinito hay espacio guardado para el encuentro y la verdadera experiencia del amor, ese amor sereno y desprendido que es también la libertad del cuerpo viajero, ese flujo de vida que recorre cada esquina, cada hogar y cada alineamiento posible entre los pasajes del andar.

Dos ríos convergen en el centro de la nada.
Dos puentes tendidos en las ondas dejadas por un grano de azúcar caído en una taza de café expulsan claridad. No saben porqué, ya no se preguntan por qué. Son los puentes y la fibra nerviosa del viajante.
Dos miradas caen en un abismo de memoria infinita por haber trascendido el propósito y el anhelo de partir; cuatro miradas son una frase que refleja cada lenguaje en un solo lugar.
El anhelo avienta a las dos líneas ascendentes, que en forma helicoidal figuran el mapa del encuentro.
El amor es doble, es la realidad que el miedo es incapaz de detener, es el beso inefable de la quimera siguiendo fotografías dejadas en el ayer, ese cáliz que ahora es presente sostenido.
El amor es el espacio entre las ruedas de una bicicleta antigua que gira sobre los colores crepusculares, que flota sobre las nubes descubriendo la simpleza de la oración.

Hoy has venido a dejar la cadencia de tu voz, has venido sólo para dejar la mirada que tiene el color de las dos luces. Antes de que te llevaran, has dejado una fotografía viva de la piel convertida en la imagen canela de la completitud. Quiero que sepas que también estuve allí, y que mientras los pliegues de la máquina del tiempo se fueron alejando lentamente, fui atesorando ese intento transparente que perfumaste al venir, esa textura que renace y que se envuelve con seda cristalina cada vez que avanzamos un paso más para llegar a nuestro reencuentro.

Para transfigurar, algo debe morir en este cuerpo, algo debe separarse definitivamente para descubrir su unidad esencial, su unidad de vida. Has dejado las huellas en acción.


Friday, September 07, 2007

Rasgar el velo que nos separa de la realidad


Buscamos las dificultades porque necesitamos los dones que ellas nos entregan luego del buen combate; las buscamos y ellas no tardan en aparecer, no escatiman tiempo ni lugar para llegar de frentón a golpearnos enérgicamente justo en el punto donde nuestra energía se escabulle por la natural miseria que aún nos acompaña: es natural por una parte y por otra no lo es. Podemos percibirla como algo natural porque la hemos detectado presente en nuestra vida como acompañante silenciosa, como un código inscrito por generaciones en nuestro ser social y cultural, como letra intrincada de un contrato que desconocemos haber firmado desde el momento de nuestra concepción, una masa foránea de la cual aún desconocemos su ramaje final. Cuando creemos poder sostenerla con nuestra vista y acecharla con claridad, ella muta y se disfraza de intención, se esconde en el encendido de una emoción altruista, supuestamente desprendida y generosa; Cuando creemos comprender sus mecanismos y funcionamientos, ella se aferra a la confusión y al despropósito con garras y con dientes hasta hacernos ceder, se viste tranquilamente de oveja para luego acercarse e instalar su bombilla bebedora en nosotros. Y es así que caemos constantemente en la trampa, una y otra vez nos golpeamos con la absurda necedad que el falso control de la razón inspira, con la engañosa certeza de que ya conocemos los caminos que aún no decidimos recorrer, de que ya entendimos, sabiendo que el entendimiento verdadero nace desde otro lugar: necio, sordo y grandilocuente soy cuando creo haber comprendido la miseria con la cual convivo. Estamos acá porque aún no hemos recogido las armas ni recorrido los senderos, este paso es sólo un entrenamiento para el verdadero encuentro con el pulso total del infinito.

Lo otro es lo que es.

Jeremías observa con detención las hebras, y con la expresión sanadora de sus miradas traídas del ensueño, las endereza en estrategia transparente, brinda carácter y acción a cada signo de la vivencia aprehendida y transformada en conocimiento de caminante; toma cada letra y la da vuelta, para luego sacudirla y extraer toda arena dejada en los imperceptibles pliegues por descuido. Inspira con profundidad y talante, pareciese tomar el aire y las burbujas presentes para llenarlas de intento, de la inflexibilidad templada tras las huellas y huellas que han dejado sus pasos, que han recogido los años y las batallas de las que han brotado líneas interminables de sabiduría.

Daniel está sentado tocando la guitarra, pareciese estar en otro lugar, probablemente cruzando otros puentes y matices de lo incógnito, surcando capas y densidades para luego volver y tejer los acordes de su predilección. Sus notas son nostálgicas y viajeras, llenas hasta el borde de una sed incurable de lo otro, son rayos abstractos que a gran velocidad transportan la percepción hacia linderos insospechados; son idas y vueltas a velocidad luz, que en sus ondulaciones y celeridades van llenando el cuerpo con la experiencia del vacío, con la vivencia que en el oído se incrusta como astilla profunda, para luego dejarla caer en el lugar más lejano de la entraña.

Daniel viajó a otro lugar, y con la voz inspirada de sus cuerdas lejanas y sumergidas, nos evocó la imagen del encuentro, nos situó y nos dispuso en el lugar, bajo el abismante susurro de la montaña que aguarda siempre calma el encuentro con ella.

El paso es rasgar el velo que nos separa de la realidad, el paso es la experiencia, es el lindero de las simplezas que se recogen como los pétalos del ciruelo que danzan en el aire, que expiran y exploran eternamente la profundidad siempre nueva de la montaña, ese sabio laberinto que ha permitido que los siglos estelares pasen por ella y la transformen una y otra vez en nacimiento y aprendizaje.


Thursday, August 23, 2007

Los movimientos del cuerpo


Abro mi pecho para saber de lo que hay frente, para comprender que eso que está ahí nos es más que otra proyección fantasmagórica que se acerca mendigando pasados, no es más que una ilusión arrastrando un morral de vanas intenciones, esas de sustraer lo inevitable que hay aquí. No fue más que eso, no fueron más que eso, no son más que sacudidas de allá que aún creo sombras y evocaciones del ayer, son elucubraciones de la nada que por causa del estiramiento y la escisión aún en estado de crisálida, (ambas acompañadas por un irremediable dejo de existencias olvidadas), muestran aún borrosa la vida esencial. Lo se, han llegado los demás, los sentí llegar, siento sus memorias correr como torrentes de flujo ancestral, los siento como planetas desnudos aguardando habitarse por cada parte de sus unos y sus otros; sostengo nuevamente su entramado de cuerdas, es por eso que puedo volver a sumarme a la calle de los tejidos, a la arboleda que sembró humanos para verlos mecerse al viento.

La ilusión se sintió por los oídos y se ha retirado, ha dejado al descubierto lo inevitable de los pasos y las respuestas contempladas por los puentes nocturnos que se entrelazan entre nosotros; la revelación ha propiciado los movimientos que ahora tenemos en el otro mundo y ha hecho aparecer niebla silenciosa por donde cruzar. Mientras tanto me interno en este viaje, sostengo mis mensajes con forma de fruto silvestre, con hilos de plata se abren las cavernas y sus pórticos sonoros, y en los vagones de un tren, se trenzan palabras para lo desconocido, que extraña y conocidamente zanjan en este preciso momento un encontrar de ser para cada predilección, sea cual sea, esté donde esté.

Giro el cuello buscando a propósito la contorsión, por si a la memoria del cuerpo le corresponde arrojar alguna imagen, algún elemento que sirva como coagulante de esta devastadora efigie que golpea insistentemente traspasando todo plano físico, reemplazando cada idea coherente del mundo que dejé atrás por otra nueva microforma abstracta, un núcleo consciente de su partida. Y entonces responde sin más, sostenida en el intento, la contorsión hace que el cuerpo muestre su saber y lo transporte donde tenga que hacerlo.

Estiro los brazos para abrir una ventana que ya fue antes abierta. ¿Cómo lo supe? vi a mi mano izquierda hacerlo una vez: fue en el mismo momento antiguo que parecía perdido, en el espacio que se volvía grande y yo pequeño, donde las paredes eran de agua y sus colores se combinaban solos. Ahora me acuerdo, me vuelvo a ensamblar.

Estiro también mi vista y esta se aplana eternamente. Para entonces ya se arruman al rito otros movimientos que también son expelidos por la garganta del águila: corrientes de superfilamentos que allá afuera parecen volantinas flotando en la negrura, formas sin forma, recipientes transparentes de líquido oscuro, túneles y túneles amantes del abismo, partículas que se contraen y expanden a contraluz. Mis ojos se agrandan y se funden con la línea que divide los mundos. Y todo se torna de una vez en absoluta claridad: las estrellas son moradas que hipnotizan los caminos con las fragancias y puntos que vienen desde el arrebol, las estrellas son hogares y manantiales, son paisajes abiertos por mi mano derecha, que ahora sostiene una línea de luz parecida a una vara de coligue incandescente aún está empolvada por efecto del raco. Ella se pasea cada noche en este lugar, está aquí y más allá de lo conocido; ambosbrillamos, todos brillamos.


Thursday, August 09, 2007

Soy caminado por un planeta crepuscular


Soy parte de un surco perdido y encontrado al mismo tiempo, las aguas a veces indescifrables del ir y venir hacen que la barca se mueva hacia un lugar y hacia otro, confundiendo a ratos el andar. El agraz también es acompañante de la nave, el hoy está presente por designio y por opción, él contempla las andanzas y deja que se construya como viento en temporal.

A veces, nubes de polvo y arena empañan la vista pretendiendo confundir la perspectiva. Por eso, y por lo que aún esta por conocer, traigo conmigo una armadura que camina con voluntad propia; ella habla, aconseja y conduce desprendidamente con naturaleza pasional. Cuando pretendo esconderme por temor, ella se pone por delante, haciendo caso omiso a cualquier reclamo que quiera hacer. Ella se da silenciosamente a la batalla, porque sabe que a través de las heridas surgen encantamientos y pronunciaciones que tienen el poder de transformación, de alinear cualquier realidad y mundo posible, cualquier universo posible de imaginar.

Cuando escribo palabras acompañadas por la soledad más cómplice de todas, ella es la acompañante perfecta de un guerrero: un amasijo de cuerdas y tendones ligamentados a la reminiscencia de todos quienes han sido y han batallado por ser otros, todos quienes se extendieron a través del cosmos jugando a desenlazar una mirada desterrada en la pupila de otra, y que desenvainaron sus espadas a la luz de una empresa imposible; todos quienes sólo con elementos casi olvidados de un mapa y con armas y herramientas rudimentarias en sus manos, escarbaron siglos y milenios para así descubrir los vórtices de viaje olvidado, descubrir la nada, y descubrir que en ella existía una otra vida, una posibilidad de tener una posibilidad.

Cuando la soledad llena el espacio ahuecado por la recapitulación, ella se apodera del cuerpo y tatúa millones de banderas con el signo de un ave en su centro, graba mensajes para ser revelados en el sueño y también en gestos y movimientos de otros. Los graba para que en momentos de duda, arena y confusión, las aves revoloteen muy cerca de los sentidos, llevándolos sobre la niebla donde se asoman las emanaciones de un castillo sideral. Ella se funde cada vez más conmigo y me transforma en quien soy.

Soy caminado por una constante de preguntas inexplicables que se revelan en la tormenta, una ecuación que se resuelve en el choque de las galaxias. Esta constante se rebela del letargo, "muda los sueños" -como dice Jeremías-. Hoy lo hace para estirarse inexorablemente hasta el corazón de la montaña. Soy caminado por una esfera crepuscular, una esfera que observa mis pasos, que los advierte, los presiente y los voltea a través un prefijo, una acción que fue vivida y digerida por los túneles y sus carruajes, por constelaciones interdimensionales que testificaron la experiencia y pugnaron por hacer viva la evocación del propósito. Ahora que escucho su eco, recuerdo también el momento donde se gestó el fruto del eterno banquete de armaduras soledades, de banderas y aves; de salones poblados por invenciones de lo abstracto, juegos de percepción elaborados a partir de un plano escrito con tintes y enlaces sensoriales de otro lugar, un anfiteatro remolino que se adentra en la tierra como disco girando a velocidad luz; signos y códices apuntando en dirección noreste, otros tantos que lo hacen al sureste para luego reunirse en un punto vacío. Se acerca la imagen, luego, la presencia de otras voces y sonrisas de caracola imitando al mar.
De pronto, un sonido metálico, dulce y resonante, nos transporta a un jardín transparente del espiral espacio-tiempo. Estamos todos, nos recuerdo a todos en aquel lugar.

Friday, July 27, 2007

Quimeras y embrujos


Las quimeras y los embrujos juegan como niños en todas partes, somos nosotros los que a veces atamos nuestro cuerpo a las expectativas que tenemos para el devenir de los instantes.

Hay momentos donde quisiéramos que las verdades ocultas se revelen como rayos interminables en el uno y en el otro para que la vida nos parta el alma en un millón de partes, y así sumergir cada partícula de nuestros ser en un canal de comunicación universal. Pero no nos encontramos siempre y en todo momento, porque aún hay veces en que “queremos que suceda”, y ese querer, se convierte en arena para nuestros lazos que pretende apropiarse de lo que es libre en su totalidad. Queremos ver como vuelan las aves porque el vuelo es lo que inspira nuestra partida, nuestro gran viaje, pero a veces, a causa del miedo, queremos verlas desde nuestras manos para sentirnos más seguros, para que las aves no se escapen. Queremos tanto que nos duele muy profundo cuando no logramos satisfacer nuestra expectativa. Y siempre es así, siempre duele porque la vida está en el fulgurante trazo de las aves volar.

Nos encontramos en la nada y decimos: estos somos, no esperes nada distinto a lo que somos hoy, sin embargo somos también el no-tiempo, y las posibilidades son siempre infinitas e ilimitadas, y no hay nada que no pueda suceder, no hay nada prohibido; estos somos en este presente, somos uno, somos dos, somos todos y un solo un ser.
Transformo constantemente porque soy parte de un tejido sin terminar, dice Él. Metamorfoseo cada herida, cada espacio vivido en un propósito, cambio cuando debo hacerlo y lo dejo de hacer por el mismo principio y fin: despertar este cuerpo aún dormido. El sonido que escuchas en mis palabras, es sólo el eco de las huellas que se dibujan a propósito, que se construyen con serenidad en el misterio de un mapa. El secreto es que te transformes en camino.

Las quimeras y los embrujos se mueven en libertad por el insondable espacio de la experiencia. Las quimeras y los embrujos juegan como niños por todas partes: juegan en una cama y en los pasillos del metro; juegan en la cocina y dentro del televisor. Juegan con sus trapos y pelotas, con sus guitarras y sus metáforas, con su sabiduría; Juegan con su instinto certero y con el encanto. Juegan hasta derretir su piel, como lo hace la nieve que cae lentamente desde las hojas que cobijaron sus copos por arte y enigma de la naturaleza. Están siempre ahí ellos, jugando con sus hilos, haciendo nudos y deshaciéndolos; están siempre ahí, ensoñando figuras que conecten a lo eterno, ensoñando y jugando a llamar a lo Otros para responder a su trazado. Son ellos los que invocan este momento, son ellas también. Ellas y ellos que desde el interior de sus receptáculos expulsan vida desde sus ondeantes intensidades que huelen el perfume y la memoria de una nueva partida, esa aventura del delirio que se gestó por el más real y palpable destino de la imaginación cósmica, esa imaginación que nos invita como la vida que se nos brinda en cueros y nos regala un sueño escurridizo que se debe andar de puntillas para no romper el hechizo. Esta noche no tan fría tiene magia de imaginación y de pincel, se parece mucho a las noches de la vida, se parece mucho a chupar un palo sentado sobre una calabaza.

Esta noche Juego a escuchar a Serrat, guardo en mi corazón las palabras y las sumerjo con los nudos de la garganta. Juego a escuchar mensajes provenientes de Otros que hoy viajan buscando la vida. Juego, los abrazo y me viajo también en ellos para compartir cada paso y cada lágrima, cada beso y cada herida que por sus fibras hoy emana.


Wednesday, July 11, 2007

Una cueva sin edad

Una cueva sin edad aparece desde un punto en el horizonte. Una línea se tensa desde mi ombligo y se estira para alcanzar su borde. No se si viajo hacia ella o es ella quien llega hacia el aquí. Estoy en la entrada, giro hacia atrás y veo un punto de donde nace una cuerda. No se si viajo hacia ella o es ella quien llega hacia el aquí. Estoy dentro de la cueva y fuera de ella.

Extrañas inscripciones parecen tener voz propia, un lenguaje semi-corpóreo sume los pensamientos en un estanque de espejos negros, en un charco de tierra respirante, en un antiguo vaso de greda. Me transportan sostenidas por el vértigo, dejo de estar. Regreso sin regresar. Ahora soy quien dibuja esas incripciones; balbuceo cánticos inentendibles para cada símbolo inscrito. Las horas pasan, los días pasan y la piedra cambia de color. Regreso sin regresar.

Estalactitas que huelen a vacío se sumergen en un escenario opuesto, un vórtice amatista transporta el pensamiento hacia el momento de la gestación, de la eclosión cósmica del misterio, nos llevan al instante en que el planeta florecía sin cesar dejando surcos y mapas para ser leídos en algún tiempo, al espacio silente donde la humanidad era sólo sueño y latido de los ríos de roca en estado líquido, de los soles errantes rejuvenecidos por un quiebre del lugar y de las mareas que guardan celosas el pulso del universo.

No existo en vida propia, sólo estoy presente como un recuerdo del futuro, como proyección tridimensional que gira sobre la cresta de una ola inminente en el oscuro mar de la conciencia. Estoy presente porque alguien acuerda, alguien tañe los incontables filamentos que tejen el velo de la inmensidad, alguien marca los pasos en golpes gemelos de un tambor, dibujando espirales en un ritmo multisensorial que condensa todo el infinito en su un ciclo vital. No existo en vida propia, sólo presente como invisibles palabras desde el humo.

Pienso en lo invisible, en la separación de las palabras de quien las evoca, en caminar con una niebla alrededor que sólo permita percibir sonidos y visiones presentes que reflejen un propósito. Ahora, en nosotros, sólo el resonar de un eco que regresa luego de un lejano choque estelar, sólo un tenue soplido en un comienzo, un pequeño molde intentando albergarse en un espacio vacío, un punto en la nada. Nos acercamos hacia él y logramos verlo con mayor claridad: no es un punto inerte, la figuración es una frecuencia vibratoria que se mueve delante de nuestros ojos. Ahora todos podemos verla, y sin acuerdo racional alguno, confirmamos su presencia. Es su significado lo inmanente, es la sensación que toma la forma predilecta de cada filamento que nos acompaña.

Nubes a gran velocidad se reflejan en la pared, cascabeles azules se repiten para hipnotizar a quien se engancha junto a ellos, las voces resoplando palabras que sólo entiende un cuerpo que trasciende nuestro entender, las cuerdas hermanadas, la pena algunas veces, la soledad en otras, el anhelo de viajar en una frecuencia sin fin. Todas estas, plegarias de otra edad para despertar una consciencia dormida, una entidad hecha de segmentos de sol, una constelación implacable que respira solamente aires de libertad.

Pienso en lo invisible y las heridas de nuestro camino, lágrimas metamorfoseadas en firmamento. Los puentes en el cielo, los paisajes de Ixtlán, todo el aprendizaje que da forma a esta, hasta el hoy, embarcación aún incompleta. Percibimos y también nos preguntamos: ¿De qué embarcación hablamos?,¿Cómo sabemos de su incompletitud?, ¿De dónde nace esta extraña certeza de unidad y de viaje?. Son preguntas sin respuestas para la antigua sintaxis, sólo lineamientos cimentados en un pliegue creado desde esta tercera dimensión; para alguna otra sintaxis, una ruta grabada en nosotros desde tiempos inmemoriales, codificada de manera críptica y delirante. Un mapa que sólo desde la nada puede ser descifrado, una guía de viaje resguardada en la metáfora, seguramente escondida de la negrura que comenzó a acechar en la antiguedad. Es la embarcación un rompecabezas de este cuerpo-mapa puesto al cuidado del silencio en el interior de un grupo...

Caen las líneas desde el lado izquierdo y se acaba el tiempo en este hoy. Una vez más, un aire de esperanza baña nuestra partida, en este palpitar, una helada ráfaga de intento y de miradas que regresan a su planeta natal.

Wednesday, June 27, 2007

Toda batalla es una última batalla


Los árboles se preparan para la inminente batalla. Pregoneros y tamboriles se aprestan siempre conscientes a lo indescifrable del momento, son ellos cómplices y testigos, son el espíritu amigo de esta noche oscura y rojiza. Jeremías habla de una luz en la oscuridad, una luz que devora día a día la consciencia dormida. -Debemos estar despiertos, nos dice. Afirmamos en silencio la verdad irrefutable que también sentimos, algo se mueve en nosotros mientras dejamos que la noche nos siga hablando.

La marcha de las nubes alza su intensidad en delirante y danzante hipnosis, y en cada encuentro de ellas con otras, en cada roce de sus figuras etéreas con la atmósfera, en cada choque de sus brazos de algodón rubí, el firmamento tiembla y resuena con todo su poder en telúrico tronar. Es aquí, en este ahora, que nos reconocemos nuevamente en la nada, que nos vemos junto al pulso del cielo acelerando su paso para llegar con premura y sin atraso a su cita con lo inevitable; es aquí, esta intensidad una e infinita, que el universo se hace guerrero, que levanta el cuerpo de su letargo.

Daniel escucha la conversación de los árboles, él dice que el sonido de sus troncos torcerse nos habla de que ellos tienen especial relación con el viento, y que en ocasiones especiales como esta, su fuerza les permite ir con él, y que ellos aceptan esta invitación, dejando por un momento su lugar fijo junto a la tierra. También escucho a los árboles y escucho a sus hojas danzar, mi corazón siente el pulso del cielo que acelera su paso, un extraño aroma de aire tibio delata la inminente lluvia, todo se calla por un instante frente a la voz del viento, comienza la batalla.

Algunas gotas dibujan estrellas negras en el suelo, el silencio comienza a romperse. Cada invitado alza su voz dibujando figuras presenciales, gestos ancestrales de colores casi olvidados. Ellos vistiendo traje de guerra, empuñan una fibra brillante que se funde con el firmamento. Ellos son conducidos a través de carrozas fuego por el campo de batalla. Ellos, con sus cimitarras dirigidas hacia el cosmos, manifiestan su destino al cuerpo, y él les responde mostrándoles el crudo enfrentamiento.

Un relámpago revela la presencia de sombras acechando en la cercanía, un trueno lo confirma. La lluvia se ha desatado con furia y la luz se entrega en ofensiva. Sonidos sordos, destellos lejanos, silbidos, llamados, cánticos, invocaciones, chirridos, golpes secos, ramas quebrarse. Sólo actos inconexos son los perciben desde afuera, movimientos entrecortados, trazos confusos sólo se leen. Desde adentro es una disputa feroz, una explosión zanjada por surcos de un ruedo, razón del delirio en cuentas de un collar: son millones de esferas formando racimos, precipicios burbujeantes, nieblas amarillentas, túneles y pasajes hacia cualquier lugar.

El camino cambia de color mientras lo vemos, el camino da vueltas mientras sus rayas de agua son entrecortadas por el viento. Toda batalla es una última batalla sobre la tierra, una última y desgarradora lucha por deshacernos de las fauces de un predador que cambia realidades por espejismos, que transforma sueños por miedos, que oculta la verdadera identidad de un mundo plagado de sombras en una falsa imagen del edén. Su mayor estratagema es hacernos creer que no existen, pero esta noche están de frente y sin disfraz, esta noche no escapan. Aunque mañana querrán hacernos olvidar, algo imborrable ha dejado la batalla, una verdad se ha situado como mensajera del alba.


Friday, June 15, 2007

Ruta Hacia Ninguna Parte


Esa tarde el auto nos conducía hacia el este, y en cada giro de sus ruedas, sus ojos nos compelían a mirar la cordillera nevada hace pocos días. Una imagen profunda y evocadora, hipnótica de ida y vuelta, que en respuesta al eco resonante de su espejo blanco, nos regresaba inmisericorde al camino sin retorno, nos enfrentaba devastadoramente a cada imagen de una antigua historia sobre fantasmas arrastrados por la incertidumbre, una historia que exhalaba planetas dormidos e inventarios dinamitados hasta la médula por arranques emocionales, por deseos personales incumplidos y sus consecuentes frustraciones, por la rabia de considerar injusto el supuesto destino que se nos había asignado, por la confusión y tristeza de sentir el helado filo del puñal en la espalda, por los interminables apegos de sentirnos importantes y merecedores de reconocimiento por nuestro supuesto altruismo hacia el mundo. Y también por el miedo, por el infaltable temor a renunciar a todo lo conocido en pos de la nada, ese tenebroso miedo de ver la verdad en el gran vacío que nos acecha. Aún permanece mucho de eso, pero la soledad ha logrado dominarlo todo, ha envuelto todo en su mistérico velo, en su voraz propósito, que como el blanco del eco que regresa, nos trae otra vez a este presente, al inevitable enfrentamiento con lo desconocido.

Algo se sentía en el aire, el estómago era quien lo descubría a cada instante, algo empujaba hacia adentro y después de una breve espera, lo expulsaba. Era un infinito golpeando cada una de las puertas, un cuerpo estirando su fibra aletargada por años, era sentido que se estira, masa que desdobla preparando un caminar, un tejido de cruces sobre el mar, un escenario azul oscuro, dispuesto por eternas habitaciones separadas por incontables líneas paralelas; un principio y fin hablando sobre ruedas, transformando las palabras en un mapa, un comando de volar. A esas alturas el tiempo había dejado de existir, y la nieve, las ventanas empañadas y un lejano sonido eran lo único que quedaba.

Los tres guardábamos silencio mientras el andar del auto seguía siendo excusa para la experiencia, era un silencio de esos sagrados que comunican sin parar: necesitaba solamente de que calláramos para decir lo que tenía que decir. Y lo dijo, habló con autoridad de lo que se puede y no se puede hablar, habló de nuestras tareas, de construir; hablo de portales por cruzar, otros por llegar. Entonces el sonido acabó, se borró la nieve y la ventana se derritió. Después de una pausa inentendible, todo regresó junto al tiempo y los sentidos, que volvieron a ser comprensibles y constantes.

Volvió el habla cotidiana y el mundo de los fantasmas que la protagonizan, volvimos en la risa, acodándonos cuando ojos amarillos hizo el gran papel de su vida al comentarnos que éramos lo más bello que le había pasado en su vida.

-Tan bello que se cagó en los pantalones antes de elegir, dijo Jeremías con su siempre punzante ironía.

-Bien cagado el mamón, agregó el Pana.

Entonces reímos, reímos con tristeza y soledad, reímos por todos los ojos amarillos que pasaron y quedaron atrás, reímos porque no nos quedaba nada más. Hacía frío, como hace frío aquí en los días despejados de invierno, pero esta es sólo una excusa, una excusa tan igual como andar sobre una ruta hacia ninguna parte.


Wednesday, May 30, 2007


Recapitulación en cinco actos

Ahora todo está negro y veo claramente al cuerpo entenderse con el aquí. Algo se activa prontamente, la imaginación enciende sus calderas y comienza a hilar libremente en la oscuridad. Hila con libertad porque conoce el propósito, ovilla la emanación, construye puentes sobre la nada, agrega tenazmente ladrillo por ladrillo hasta llegar a la médula de la experiencia, pone en pie un edificio de inmensos vitrales sólo para encuadrar una ventana que represente con transparencia el presente vivido; construye una casa con ventanas en dirección sudeste para apuntar al infinito.

El trabajo se hace latido junto con sucesos del día, que desordenadamente hacen acto presencial. En un principio, pareciese que las emociones se estuvieran apoderando de cada centímetro de esta dimensión: hablan y hablan incansablemente, asemejándose a millones de luciérnagas yendo de ida y regreso en acto desbocado, chocando locamente con las paredes, y dejando grandes madejas de sentimientos que se caen y se vuelven a levantar. Mientras río bajo el ensordecedor cuchicheo, acecho sigilosamente hasta encontrar una grieta de silencio, para entonces, en medio del bullicio, dejar que mi pequeño y sereno planetario conocedor del andar fugaz de la emoción, me lleve a respirar.

Luego de toda la algarabía y frenesí, cada inspiración y expiración dentro de esta nave, hace que las emociones se transformen en nítidas fotografías, que luego de un intertanto comienzan a desfilar ceremonialmente una por una frente a mi vista. Hago una pausa y tomo consciencia del poder de la negrura, que con alta naturalidad, me conduce a entender cada detalle de las imágenes. Son fotografías que chisporrotean burbujas multicolores. Son volcanes vivos del presente evocando palabras que ayer buscaban consuelo, pero que hoy, al descubrir su envoltura bajo la implacable lava del ahora, dejan su existencia en pos de la inexpugnable nada que yace en el interior de este racimo de percepción. Hago la prueba, e inocentemente grito preguntando si están allí adentro, pero no se escucho respuesta alguna.

Una voz llama estruendosamente, asustándome y acelerando mis latidos hasta hacerlos una línea. Miles de rayos cruzan atacando directamente mi ombligo. Inspiro y expiro con toda mi fuerza para aplacar la devastadora energía de la explosión, que por lo demás, tarda bastante en cesar. Un susurro me absorbe completamente, lanza mi cuerpo por un tubo y lo deja a la deriva. Una voz se despide sagradamente. Quisiera hacerle algunas preguntas, quisiera preguntar por ella, pero se ha ido otra vez, dejando una larga estela de tareas por cumplir. Así es siempre la voz, una botella sin abrir, una piedra amarilla de la montaña, una vasija de agua…así es siempre que la encuentro, indescifrable e incompasiva.

No estoy más aquí de lo que quería estar ayer. Pensar esto me detiene por un momento, me entristece. Sin embargo, la solitaria ola que desnuda mi vida frente a la madera cómplice borra esa sensación, y al leer estas palabras, me doy cuenta de quien estaba escondido, lo reconozco y camino tranquilamente hacia él. Lo saludo con la mano izquierda y le doy un fuerte abrazo de reconciliación. Pienso sin pensar, esta experiencia ha dejado una gran enseñanza, mucho más de lo que alcance hoy mi aún pequeña comprensión. Quito las cadenas y acepto una noche más la invitación a renovar el vínculo con el misterio, acepto porque es más fuerte esta otredad, más fuerte aún que la inmensa soledad que hoy siente mi alma. Por eso salgo al encuentro de ustedes, por eso emerjo desde este frío, para llegar a cada sentido, a cada latido de ustedes, a cada percepción de esta querida tierra que acepte el éxodo como pasaje a lo desconocido.

Saludos fraternos.


Sunday, May 20, 2007

Incurable otredad


Nuevamente aquí, sumergido en este túnel de planetas, afectado de muerte por un universo vibrante y giratorio, escribo esta lejana bitácora, esta historia sobre quimeras por realizar, sobre viajes sin retornos, sin principio ni fines. Escribo por lo inevitable, lo incurable de esta otredad tumbadora, lo insaciable de esta fuerza de vida propia, que una noche llegó inesperadamente y se llevó todo sin dejar rastro alguno. Muero día a día por lo otro, muero en el giro implacable del ser que llegó para quedarse eternamente, para exigir, a través de una contorsión mágica, su verdadera morada, su cuerpo de senda infinita, que en el aquí y el aquí, le da la totalidad de sus movimientos a estas huellas en el cosmos.

Ya no soy en mí, algo lo ha desalojado, lo ha desterrado a buscar un nuevo lugar donde vivir, y es aquí donde ahora estoy, en estas letras, en esta pequeñez aún temerosa que lucha por entregarse por completo en la batalla. Sin hogar, sin nombre, sin historia ni memoria y sin lugar alguno en donde esconderme, intento hablarte y despegarme por completo del antiguo deseo de exigir mérito alguno por la acción de este cuerpo, porque ya no soy dueño de él, aunque sin embargo, soy más él de lo que nunca he sido; es el otro el que soy ahora, por ende, lo que lees ahora es tuyo.


Libre padecer, garganta ajena,
Respiración de locura,
Insaciable otredad, incurable cura fraterna,
De sentirnos otros, enfermos de otros,
Sueños, viajes amores otros,
Pasajes a otro lugar,
Pasos nuevos, Lazos otros,
Tejidos en otra edad.

Brotes de mi tierra, ofrenda y espesura;
Montes en último día,
Cielos mismos, vidas indistintas,
Cauces mares, céfiros sin cabida,
Despierten ya!,
Aviven ya!,
La sed de mismidad,
Levanten sus carruajes incurables también:
Eleven ya!,
La indomable plegaria de ser rito y ritual,
Ser quimeras,
Conciencia y destello final.


Es verdad, somos segmentos de luz en el cosmos y no necesitamos de un gran telescopio para saberlo; no necesitamos de tecnología ni de ideologías para comprenderlo; no necesitamos de formulas mágicas ni de abracadabras. En verdad, no hay truco ni secreto: La verdad esta aquí mismo, en ti, en quien está leyendo ahora, en quien vive en esta tierra y en todo quien quiera saberlo, en todo y en todos quienes elijan vivir la experiencia de libertad. El secreto del universo, las llaves de la eternidad se hacen visibles día a día en los pasos que intentan caminar, en los ojos que intentan abrirse y los sentidos que intentan despertarse y vivir la realidad, vivir todas las realidades posibles en una sola letra, en una mirada, en un crepúsculo, en un cántico, en una gota de agua, en un grano de arena, en todo y también en la nada, en el silencio…en el vacío.

Tan llena de lo incierto, y a la vez, tan colmada de caminos que aún no se recorren, la otredad nos tiene hasta el borde del abismo: esta quimera que es el ser, el otro, la tierra y la gran vastedad que nos llama, te invita y te sumerge también en este instante. El pulso transparente del latido del universo, la emanación cegadora inexplicable que te hace ver, te muestra eternidad en un segundo, dejando en tus manos la posibilidad de ser parte del mito, la ensoñación de ser un propósito y un fin, el intento y el ahora


Thursday, May 10, 2007

Vaporosa nostalgia del futuro


El agua hierve lentamente en su nuevo recipiente. Borbotea sin más que su intento inflexible de hacerlo. Es sencillo su andar, no obstante, es enérgico y decidido al momento de verse y saberse semilla tras una ruta, que en este aquí que deja de ser allá, llega y se conecta con tus sentidos viajeros, haciéndolos girar en su primer mordisco a la obra onírica. Son voces frutales las que en su sabor ancestral intentan recordarte que ahora estas ahí, que frente a tus ojos hay paisajes incomprensibles para tu razón, y que pese a esto, siguen ahí, inmutablemente reales. Como lo ves, tus sentidos están más delirantes y despiertos que nunca, y mientras vemos desde dos partes la misma agua, dibujamos también otra historia sobre el vapor, vasto y extraño como se debe a su ser.

El adjetivo que más se parece a las burbujas en ebullición, es la ingenuidad, ya que el tiempo que recorre sus ires y venires, parece ser para ellas sólo un soplido de la aguja de un antiguo reloj. Es una corta y tenaz su vida les digo, y estoy a punto de llamarlas ingenuas por ello; pero cuando mi boca está a punto de hacerlo, algo me compele a mirarlas desde otro prisma. Entonces el silencio se levanta y parpadea con inmenso poder: Ingenuidad es ahora la plena certeza. El receptáculo aún está demasiado vacío. Es presunción comprenderlas en su primer hervor. Ahora, mi boca me llama ingenuo, le respondo y ríe. Luego, te llamo burbuja, respondes y ríes.

Después de la segunda mordida de tu ensueño, un espacio de negrura entre el borde de la vasija y el reflejo del agua, sugiere una contorsión de mi estómago. Sucede. Salto nuevamente. Agrego más de este líquido de locura que me convierte en aprendiz, y el universo entero que reside en un frágil recipiente, metamorfosea. Las estrellas se multiplican por doquier, giran y se expanden junto con mi percepción. No sólo hay agua en este universo, no es ella misma quien la hace moverse y cambiar, no es sólo ella. El agua sube su temperatura y lo sabe, casi está llegando a su nuevo límite y aún no quiere revelarse. Fijo mi vista en el recipiente, su movimiento hace diminutas explosiones, algo se conforma. Es el reloj, el mismo reloj. Si, el incurable, el que hasta hoy permanecía guardado en un polvoriento baúl, el que se parece tanto al sueño en sepia brillante, donde mirábamos desde atrás nuestra casa, señalando una dirección certera, vaporosa aún, pero certera.

Esa nostalgia entrañable
Se cuela por nuestras venas,
Insolente manifestación amable,
Que sin pedir permiso alguno
Nos transporta
A tiempos y lugares que nos hacen uno.
A la casa de las hojas,
A portal de las aves.

Los signos están en movimiento y el agua no detiene su cauce. Todos los días se hace el pan, y el agua hervida es parte del camino de todos, el más simple. Las cuncunas metálicas se encogen y estiran para transportar los más silenciosos sueños. Algunos de ellos, los aparentemente más lejanos y perdidos, extrañamente se cruzan y se conectan en este dulce abismo.


Tuesday, April 24, 2007



Silencio póstumo

Mis ojos se vuelven a abrir. Lentamente se levantan, cogiendo del barro sus alforjas y sus estandartes, sus carruajes incurables de otredad. Hoy, más serenos que ayer, se aprestan a seguir tu rastro, buscándote donde quiera te encuentres. Desde el jardín más florido, hasta la sombra más lejana, espacio que ha conocido el fragor de este delirio, mis pasos perciben los tuyos. A veces los siento tan cerca que tus hebras hacen cosquillas a mis espaldas, pero justo cuando volteo, desapareces. Hoy, disfruto de este juego de los sentidos, y mientras me levanto, sonrío en medio de este silencio. Se que hallándote también los estoy encontrando. Si, a ellos también. Ellos y ellas que también son parte de este andar profundo, de este corazón latente que apunta hacia el rincón más insondable del horizonte, el mismo que puedes ver en este preciso instante.

Mis párpados se levantan después de haber caído duramente, y este cuerpo, aun resentido del dolor inevitable de una gran caída, reordena sus pasos; susurra y envía mensajes codificados de esperanza a cada célula que lo compone. Llamándolas una por una, él indica su presencia y las escucha con atención sagrada. Revelaciones multicolor son parte del rito, visiones significantes y evocadoras, imágenes que transportan y conducen de adelante hacia atrás, desde afuera hacia adentro. Y viceversa. Ya no hay direcciones, todo es lo mismo, una célula es el cuerpo y el cuerpo una célula. De pronto el cuerpo hace mitosis y luego son dos; y esas dos también hacen mitosis, y las otras, y las demás, las subsiguientes también. Bailan y se juntan, desafían insolentemente al azar, temen y después se lanzan al vacío. Reaparecen en distinta tonalidad girando en todas direcciones. Y el giro se hace más y más lento, hasta detenerse por completo. Y así, grano por grano, partícula por partícula, él logra poco a poco comprender y dimensionar la sanadora enseñanza que deja el aire circundante, que en ese instante es hermano y cómplice de la innegable irrealidad.

Heladas redes impalpables acompañan al vaho póstumo. Es ardua tarea reconocer lo que ha dejado en descubierto el remezón. Sin embargo, el cuerpo continúa en su larga tarea sin detenerse. Está presente, un extraño tubo lo trajo de vuelta; lo trajo al mundo donde los objetos conviven con lo abstracto, al epicentro de la vida y la muerte, al carrusel y a las luces que van y vienen. Lo trajo al mundo caprichoso, al juego de las cuerdas colgantes, al circo, al escenario espiral. Lo condujo al mundo querido de la locura.

Hay silencio nuevamente, y junto con él, llegan los primeros signos de una nueva transformación. Es interminable este camino, y ahora, siento la gracia que esta misteriosa eternidad me ofrece en la más simple copa. La acepto con humildad y respeto, con atención. Se que volveré a caer muchas veces más, pero también se que volveré a levantar. También esto es parte de lo inevitable.

Si vas a caer,
Primero la espera ciega y eterna,
De no saber,
El espacio entre las dos formas,
Tan errante
Tan delirante.
Si vas a caer,
Primero la espera sorda imperecedera,
Aceptar la nada
Flotar en materia oscura,
Donde nada es cierto,
El cielo está cubierto.

Si vas a creer
En tus alas inevitables,
Renuncia también a ellas
Y cae.


Wednesday, March 21, 2007

Los primeros movimientos


Todos los caminos no llevan a ninguna parte. Pienso. Siento. Intento dar libertad a mis letras, intento dejarlas nadar en el éter, donde el todo puede ser el genio mágico de la realidad, y la nada cómplice y juez, justo en el mismo instante donde el cuarzo implota, y da nueva vida a quien es acompañado por la muerte. Intento caer nuevamente en el embrujo que el conocimiento y la noche ofrecen a quien quiera desafiarlos en una batalla de poder. El desafío es aceptado con miedo y respeto, y así, las alas del tiempo se abren serenamente. Estas letras ya no sin mías, son de los Otros.

El Otro despierta y se viste sobre cuatro intentos, cuatro direcciones sobre las cuales fija su voluntad y su sueño. Mira y luego ve: un tablero con cada una de sus piezas dispuestas a enfrentar inflexiblemente el lado más oscuro, dispuestas una y otra vez a efectuar un salto de fe con dirección a lo desconocido. Cada una de ellas es un maga que dispone de sus fibras para hacer comunión en un cuerpo, cada uno de ellos es un mago que dispone de sus fibras para hacer comunión en un cuerpo. El juego es un cuerpo en acción, una gran formación de vuelo abstracto. La ruta comienza a trazarse.

La siguiente pieza toma posición, mientras el resto fija con profunda atención cada detalle de sus movimientos. Es una maga, que con mucha elegancia y una segura timidez, es impulsada por un soplo que parte lentamente. Es una danza del ensueño, una sutil ofrenda al infinito; es pétalolimpo que poco a poco se transforma viento luminoso.
Poderosas y sanadoras, las ondulaciones de esta danza, se hacen tan vivas y cautivadoras, que son capaces de generar una cristalina claridad. Y así vemos el intento, vemos en conjunto la esencia última de la ofrenda danzante: un camino iluminado, contemplado por cada ser gracias a la armonía de los movimientos de la maga. Se vive un éxtasis compartido, una común unidad en la consciencia, donde cada elemento del tejido se siente vivo y encuentra su corazón, su sentido. Concluye el movimiento de la Otra. Ella es pura acción, pero a la vez, es arrullo tenue y paciente, es un delicado faro, bañado un profundo perfume de serenidad.

Primeros movimientos.
Paso del primer y último fuego.
Luz del faro guiando camino.
Presente ágape eterno.

Amigas y amigos de lo eterno:
El campo de lucha no tiene límites, no los tiene. La regla esencial del enfrentamiento es el juego limpio, que tiene por significado el ofrecimiento humilde y generoso del don de volar que cada Otra y Otro lleva consigo, este don que es atesorado custodiado por nuestro silencio interior. Es posible encontrarlo, si es que intentamos hacerlo carne, hacerlo una viva realidad. El don vivirá justo en el momento en que decidamos ponerlo sobre acto puro, libre de apego e importancia personal. La gracia de volar se encuentra en la gran sabiduría del ciclo vital: tan impersonal, tan contagioso, un momento sagrado para compartir en otredad.
Como la libertad también es regla, la invitación es a sentir, a sentir poco a poco nuestras alas desplegarse, a aventurarnos al misterio de Ser con sentidos nuevos, caminar con pies nuevos y también a Amar con un espíritu nuevo.




Wednesday, March 14, 2007

Una grieta de luz


Existe un espacio mágico y sagrado, que nos aguarda en la invisible y delgada brecha existente entre una bienvenida y una partida. Existe un segundo de eternidad, presente en el vacío que genera el encuentro entre estas dos realidades; una grieta de luz que inevitablemente se presenta en nuestro camino, justo en el momento en que terminamos de cerrar un círculo y comenzamos a trazar otro. Antes de dar un nuevo paso en nuestro cuerpo viajero, esta fisura espacial, se presenta en nuestras vidas como oportunidad de recapitular en un no-tiempo, un obsequio reflejado armoniosamente por sabiduría de la naturaleza en la figura de los dos crepúsculos.

Esta grieta me invita sugerentemente al juego de la percepción. A veces, se muestra flotando en el sigilo, silenciosamente entre dos imponentes pilares, dos estandartes hijos del ámbar, situados intencionalmente uno frente al otro; un par implacable, indiferente y sabio, inamovible, tanto en su forma de representar las dos realidades con las que convive, como en su comunicación con el Ser esencial. En otras ocasiones, esta brecha es fluida y alegre, danzante y ondulante, circular; tan contagiosa que transforma y transmuta los rígidos pilares en dos bolas de energía líquida, que se buscan, se encuentran y se funden en un acto de complicidad; una aleación cósmica espiral, abrazada de tal forma, que su fuerza vital le brinda una nueva estructura: la figura de un ocho infinito que se siente tan hermano como el ciclo vital en nuestra vida.

Es un portal, lo se. Aquí, está presente el conocimiento de los siglos. En su borde, hay un código que logro notar, pero que mi pobre entendimiento es incapaz de sostener y descifrar en una estructura de sentido. Siento impaciencia, quisiera poder llevar algo de esta puerta a ustedes. Entonces, un suave toque en mi frente me tranquiliza, me habla de que todo tiene su tiempo, que esta puerta vive dentro de todos: es ella, es un faro, es la Otra. Busco una llave que abra este mandala, quiero cruzar ese umbral. Busco una llave que abra este mandala, y de pronto se que son necesarias más de una. Al saber esto, algo se libera en mi, y me siento el más pequeño de los granos de arena. Logro entender que mi nueva armadura necesita de humildad, que sólo soy una pieza de esta historia de libertad. De pronto, se manifiesta el recuerdo de los Otros y me susurra en voz impersonal; me habla de una entrada, de serenidad y desapego. Entonces, maravillosamente sucede lo imposible: Me siento dentro de este portal y puedo ver. Noto que es aquí, en nosotros, donde está la respuesta. Cada vez que llegan los otros a mi recuerdo, cada vez que se hacen presentes, esta grieta se abre y se expande, y así puedo mostrarles que a través de ella, hay un cuerpo aguardando por su destino irrefrenable

Tomo una palabra en mis manos,
Tan líquida cristalina para beber.
Se que está fuera de mi,
Porque cuando intento hacerla mía, se escabulle.
Entonces la dejo correr,
En él, intento sumergido en una plegaria
Asomada en la revelación.


Otros, Otras, Otra realidad. Compañeros de viaje y amigos de lo eterno:
Es tiempo de reconocer nuestro nuevo cuerpo, Miria Suebo, un tiempo para Ser.

Wednesday, March 07, 2007

Regreso


He vuelto al lugar donde comencé. He vuelto, pero nunca he regresado. El camino de retorno apagó todas sus luces, cerró lentamente sus puertas por dentro y selló sus ventanas para siempre. Esperó este camino todo un giro de la rueda, clamó hasta el último momento, lo hizo hasta en su último espacio de agonía, mirando cómo se extinguía su voz entrecortada en el limbo; pero nadie llegó a su última llamada, nadie fue el último, no hay ya retorno.
He quedado atrapado en lo tremendo por haber seguido inocentemente una trampa que infinito me tenía preparada. Fue una estrategia impecable y llena de sigilo la que me hizo entrar en el juego. No quería, nadie quiere, pero de igual forma entré. Comencé tranquilamente, seguro y desconfiado, expectante; nada podría hacerme caer. Lancé con la confianza que mi supuesta experiencia me otorgaba, pero esta resultó tan quebradiza, que en la primera jugada, ya me encontraba en el suelo dándome explicaciones, extraviado y sin sentidos que me orientaran. Sentí la cobardía en mis actos, miedo, sentí lástima por mi mismo. Pero me levanté, siempre lo hice, y sabía que contaba con más donde recurrir en caso de necesitar apoyo. Olvidé, seguí haciendo lo que creía correcto, y, naturalmente volví a caer. Y caer se llamó el verbo de mis actos y levantarme el retorno, y caer se transformó en algo rutinario, y levantarme se vistió de contrarespuesta, cumplió el papel de esperanza, pero era solo un rol, un disfraz. Y así cabalgó el jinete del tiempo, acabando con todo lo que se le ponía por delante, y no quedaron más apoyos sobre que sostenerme. Hasta que llegó lo inevitable. El tiempo se detuvo por un breve momento; tuve la oportunidad de elegir. Decidí apostar todo, todo cuanto creía por realidad: todas mis convicciones, triunfos y fracasos, espacios, guaridas y refugios, artilugios, pasados y futuros, todo lo seguro, mis sustentaciones. Llegó el ansiado momento y caí por última vez. Supe que nunca había caído, que era un impostor el que jugaba. Fue entonces que giré la rueda e hice mi primera jugada. Algo ocurrió. El infinito rió, y sin compasión alguna, devoró cada parte de mi ser, cada recuerdo aciago, cada rastro y cada huella, dejando sólo la nada que inunda estas letras. Nada, y estoy de regreso sin estarlo. He sido enviado por los Otros, por una quimera que se gestó en el más secreto silencio de la noche, donde el conocimiento tuvo la oportunidad de tomar sus remotas riendas y dirigir con sus carros y fulgores una luz que nacía desde lo más profundo; así supe que en la nada vive el todo, que el silencio y la soledad son amigos de lo eterno, que la incertidumbre está en nuestros bolsillos, y también, que somos parte de un universo misterioso que nos ofrece la posibilidad de concebir un sueño que se cree imposible: Volar y Ser libre en la vastedad.

Día nuevo hacia atrás ,
Vuelta de vista que vio sobre sus hombros un par estelar.
Que de céfiros estaban bordadas,
Sus vestiduras,
Sus armaduras,
Entretejidas,
De nada.

Día nuevo hacia atrás,
Vuelta del encuentro que de sueño viaje final.

Estoy en la tierra nuevamente. Estoy de nuevo en este laberinto, en la realidad doliente y acuosa, en la incurable metamorfosis que se ve a si misma con dos miradas: Una primera acercándose a lo desconocido, y otra que hace presión por dentro y puja por salir al mundo. Estoy presente. Es tiempo de hacer realidad esta quimera.


Tuesday, February 27, 2007

El color de lo Inevitable


Despierto desconcertado. Estoy recostado sobre una, sobre una... no lo sé. No puedo ver nada. Pese a que tengo mis ojos abiertos, estos no encuentran nada que enfocar. Lo que hay aquí es más negro que el más profundo de los negros, pero a su vez, es más resplandeciente que la más radiante luz ambarina. Intento utilizar mis otros sentidos, pero la respuesta es siempre la misma; es más, creo sentir que mi cuerpo se encuentra nuevamente sometido a los designios del poder que me trajo, a esta fuerza extraña que me reduce, que me aplasta, me estira y me baña de lo incomprensible. En verdad amigos de lo eterno, no estoy recostado ni parado, tampoco estoy flotando. Soy líquido, me escurro y me vuelvo a juntar; soy un impulso eléctrico que choca con cada célula del ser; un racimo etéreo realizando minuciosas labores de reconocimiento en organismos vivos, comunicándose con cada sistema del universo en las más detalladas pruebas de conciencia. Al pasar por cada célula, descubro cúmulos de galaxias, planetas y cometas errantes; ellos también evocan, ellos también son emanaciones; ellas también invocan, ellas también son matrices y contemplaciones. Y así, en este acto de comunicación entre el espacio y el movimiento, donde mi cuerpo se hace presente, emisor y protagonista, utilizando sus fibras serpenteantes como señales de nuevas respuestas, se genera un nuevo giro de esta rueda, dejando en su pasos mensajes ondulantes, tareas circulares y encargos para un siguiente ciclo, una siguiente conexión. Sigo sondeando los vaivenes de este periplo compañeros de viaje, continuo internándome a propósito en este tubo, tan vasto y solitario, tan espiral como telúrico es un réquiem para el infinito.

Silencio. ¿A quién le hablan estas fibras? ¿Acaso no soy la misma célula nerviosa, el mismo organismo que se deshace en cada intento de avanzar? ¿A quién le hablan? ¿De quién es esta voz?

-Los Otros, estabas aquí con los Otros.
-¿Quién eres?, es la pregunta que hacen las fibras, tomando las riendas en este instante.
-Soy la voz de lo inevitable, lo que te trajo hasta aquí. Soy lo que hace girar la rueda, el no-tiempo.
-¿Donde estoy?, pregunta otra fibra en tono cortante.
-Saltando de surco en surco, aunque no entiendas ni sepas lo que es un surco.
Tu inventario no comprende lo incomprensible, tu inventario no sirve aquí. Nada aquí tiene explicación, todo es. Lo que estás viviendo, es tu única explicación. En este preciso momento, supe que mi inventario sólo me serviría a futuro para poder intentar explicarles mi experiencia, explicarles esta nada, la tónica de viaje. En un humilde intento, logré tomar conciencia de mi situación, y guardé la mayor cantidad de energía que pude para cumplir dicha tarea, labor que en ese momento me pareció imposible.
-¿Dónde están los Otros?
-También están buscándote en estos surcos. Sus sueños les hablan de tu viaje, de los otros viajes, les hablan de esta rueda, al mismo que giran con ella; los Otros yacen cerca de tus pasos, de tus huellas y tus quimeras. Otra también es la que te busca.
-¿Qué hacíamos en este lugar?
Este es en lugar de encuentro, una cúpula del Intento. Alguna vez estuvieron aquí reunidos, esperando el tiempo del no-tiempo; Ahora, es tiempo de reunirse, es tiempo de la partida, para eso deben todos encontrarse, descubrir en el cuerpo la salida.
-Ahora debes partir. Es tiempo de lo inevitable. Busca a los Otros en la tierra, búscalos en el laberinto, en el eco arcano y en la sombra que te cobija. Un levantón será la señal que indique el nuevo comienzo, su nueva era.

Epílogo
Quise hacer más preguntas, pero mi energía nuevamente se agotaba. Esta vez decidí soltarme sereno, sabiendo que ya me di al poder que rige mis pasos, que acoge en su vasto cielo este anhelo de libertad.