Wednesday, May 30, 2007


Recapitulación en cinco actos

Ahora todo está negro y veo claramente al cuerpo entenderse con el aquí. Algo se activa prontamente, la imaginación enciende sus calderas y comienza a hilar libremente en la oscuridad. Hila con libertad porque conoce el propósito, ovilla la emanación, construye puentes sobre la nada, agrega tenazmente ladrillo por ladrillo hasta llegar a la médula de la experiencia, pone en pie un edificio de inmensos vitrales sólo para encuadrar una ventana que represente con transparencia el presente vivido; construye una casa con ventanas en dirección sudeste para apuntar al infinito.

El trabajo se hace latido junto con sucesos del día, que desordenadamente hacen acto presencial. En un principio, pareciese que las emociones se estuvieran apoderando de cada centímetro de esta dimensión: hablan y hablan incansablemente, asemejándose a millones de luciérnagas yendo de ida y regreso en acto desbocado, chocando locamente con las paredes, y dejando grandes madejas de sentimientos que se caen y se vuelven a levantar. Mientras río bajo el ensordecedor cuchicheo, acecho sigilosamente hasta encontrar una grieta de silencio, para entonces, en medio del bullicio, dejar que mi pequeño y sereno planetario conocedor del andar fugaz de la emoción, me lleve a respirar.

Luego de toda la algarabía y frenesí, cada inspiración y expiración dentro de esta nave, hace que las emociones se transformen en nítidas fotografías, que luego de un intertanto comienzan a desfilar ceremonialmente una por una frente a mi vista. Hago una pausa y tomo consciencia del poder de la negrura, que con alta naturalidad, me conduce a entender cada detalle de las imágenes. Son fotografías que chisporrotean burbujas multicolores. Son volcanes vivos del presente evocando palabras que ayer buscaban consuelo, pero que hoy, al descubrir su envoltura bajo la implacable lava del ahora, dejan su existencia en pos de la inexpugnable nada que yace en el interior de este racimo de percepción. Hago la prueba, e inocentemente grito preguntando si están allí adentro, pero no se escucho respuesta alguna.

Una voz llama estruendosamente, asustándome y acelerando mis latidos hasta hacerlos una línea. Miles de rayos cruzan atacando directamente mi ombligo. Inspiro y expiro con toda mi fuerza para aplacar la devastadora energía de la explosión, que por lo demás, tarda bastante en cesar. Un susurro me absorbe completamente, lanza mi cuerpo por un tubo y lo deja a la deriva. Una voz se despide sagradamente. Quisiera hacerle algunas preguntas, quisiera preguntar por ella, pero se ha ido otra vez, dejando una larga estela de tareas por cumplir. Así es siempre la voz, una botella sin abrir, una piedra amarilla de la montaña, una vasija de agua…así es siempre que la encuentro, indescifrable e incompasiva.

No estoy más aquí de lo que quería estar ayer. Pensar esto me detiene por un momento, me entristece. Sin embargo, la solitaria ola que desnuda mi vida frente a la madera cómplice borra esa sensación, y al leer estas palabras, me doy cuenta de quien estaba escondido, lo reconozco y camino tranquilamente hacia él. Lo saludo con la mano izquierda y le doy un fuerte abrazo de reconciliación. Pienso sin pensar, esta experiencia ha dejado una gran enseñanza, mucho más de lo que alcance hoy mi aún pequeña comprensión. Quito las cadenas y acepto una noche más la invitación a renovar el vínculo con el misterio, acepto porque es más fuerte esta otredad, más fuerte aún que la inmensa soledad que hoy siente mi alma. Por eso salgo al encuentro de ustedes, por eso emerjo desde este frío, para llegar a cada sentido, a cada latido de ustedes, a cada percepción de esta querida tierra que acepte el éxodo como pasaje a lo desconocido.

Saludos fraternos.


Sunday, May 20, 2007

Incurable otredad


Nuevamente aquí, sumergido en este túnel de planetas, afectado de muerte por un universo vibrante y giratorio, escribo esta lejana bitácora, esta historia sobre quimeras por realizar, sobre viajes sin retornos, sin principio ni fines. Escribo por lo inevitable, lo incurable de esta otredad tumbadora, lo insaciable de esta fuerza de vida propia, que una noche llegó inesperadamente y se llevó todo sin dejar rastro alguno. Muero día a día por lo otro, muero en el giro implacable del ser que llegó para quedarse eternamente, para exigir, a través de una contorsión mágica, su verdadera morada, su cuerpo de senda infinita, que en el aquí y el aquí, le da la totalidad de sus movimientos a estas huellas en el cosmos.

Ya no soy en mí, algo lo ha desalojado, lo ha desterrado a buscar un nuevo lugar donde vivir, y es aquí donde ahora estoy, en estas letras, en esta pequeñez aún temerosa que lucha por entregarse por completo en la batalla. Sin hogar, sin nombre, sin historia ni memoria y sin lugar alguno en donde esconderme, intento hablarte y despegarme por completo del antiguo deseo de exigir mérito alguno por la acción de este cuerpo, porque ya no soy dueño de él, aunque sin embargo, soy más él de lo que nunca he sido; es el otro el que soy ahora, por ende, lo que lees ahora es tuyo.


Libre padecer, garganta ajena,
Respiración de locura,
Insaciable otredad, incurable cura fraterna,
De sentirnos otros, enfermos de otros,
Sueños, viajes amores otros,
Pasajes a otro lugar,
Pasos nuevos, Lazos otros,
Tejidos en otra edad.

Brotes de mi tierra, ofrenda y espesura;
Montes en último día,
Cielos mismos, vidas indistintas,
Cauces mares, céfiros sin cabida,
Despierten ya!,
Aviven ya!,
La sed de mismidad,
Levanten sus carruajes incurables también:
Eleven ya!,
La indomable plegaria de ser rito y ritual,
Ser quimeras,
Conciencia y destello final.


Es verdad, somos segmentos de luz en el cosmos y no necesitamos de un gran telescopio para saberlo; no necesitamos de tecnología ni de ideologías para comprenderlo; no necesitamos de formulas mágicas ni de abracadabras. En verdad, no hay truco ni secreto: La verdad esta aquí mismo, en ti, en quien está leyendo ahora, en quien vive en esta tierra y en todo quien quiera saberlo, en todo y en todos quienes elijan vivir la experiencia de libertad. El secreto del universo, las llaves de la eternidad se hacen visibles día a día en los pasos que intentan caminar, en los ojos que intentan abrirse y los sentidos que intentan despertarse y vivir la realidad, vivir todas las realidades posibles en una sola letra, en una mirada, en un crepúsculo, en un cántico, en una gota de agua, en un grano de arena, en todo y también en la nada, en el silencio…en el vacío.

Tan llena de lo incierto, y a la vez, tan colmada de caminos que aún no se recorren, la otredad nos tiene hasta el borde del abismo: esta quimera que es el ser, el otro, la tierra y la gran vastedad que nos llama, te invita y te sumerge también en este instante. El pulso transparente del latido del universo, la emanación cegadora inexplicable que te hace ver, te muestra eternidad en un segundo, dejando en tus manos la posibilidad de ser parte del mito, la ensoñación de ser un propósito y un fin, el intento y el ahora


Thursday, May 10, 2007

Vaporosa nostalgia del futuro


El agua hierve lentamente en su nuevo recipiente. Borbotea sin más que su intento inflexible de hacerlo. Es sencillo su andar, no obstante, es enérgico y decidido al momento de verse y saberse semilla tras una ruta, que en este aquí que deja de ser allá, llega y se conecta con tus sentidos viajeros, haciéndolos girar en su primer mordisco a la obra onírica. Son voces frutales las que en su sabor ancestral intentan recordarte que ahora estas ahí, que frente a tus ojos hay paisajes incomprensibles para tu razón, y que pese a esto, siguen ahí, inmutablemente reales. Como lo ves, tus sentidos están más delirantes y despiertos que nunca, y mientras vemos desde dos partes la misma agua, dibujamos también otra historia sobre el vapor, vasto y extraño como se debe a su ser.

El adjetivo que más se parece a las burbujas en ebullición, es la ingenuidad, ya que el tiempo que recorre sus ires y venires, parece ser para ellas sólo un soplido de la aguja de un antiguo reloj. Es una corta y tenaz su vida les digo, y estoy a punto de llamarlas ingenuas por ello; pero cuando mi boca está a punto de hacerlo, algo me compele a mirarlas desde otro prisma. Entonces el silencio se levanta y parpadea con inmenso poder: Ingenuidad es ahora la plena certeza. El receptáculo aún está demasiado vacío. Es presunción comprenderlas en su primer hervor. Ahora, mi boca me llama ingenuo, le respondo y ríe. Luego, te llamo burbuja, respondes y ríes.

Después de la segunda mordida de tu ensueño, un espacio de negrura entre el borde de la vasija y el reflejo del agua, sugiere una contorsión de mi estómago. Sucede. Salto nuevamente. Agrego más de este líquido de locura que me convierte en aprendiz, y el universo entero que reside en un frágil recipiente, metamorfosea. Las estrellas se multiplican por doquier, giran y se expanden junto con mi percepción. No sólo hay agua en este universo, no es ella misma quien la hace moverse y cambiar, no es sólo ella. El agua sube su temperatura y lo sabe, casi está llegando a su nuevo límite y aún no quiere revelarse. Fijo mi vista en el recipiente, su movimiento hace diminutas explosiones, algo se conforma. Es el reloj, el mismo reloj. Si, el incurable, el que hasta hoy permanecía guardado en un polvoriento baúl, el que se parece tanto al sueño en sepia brillante, donde mirábamos desde atrás nuestra casa, señalando una dirección certera, vaporosa aún, pero certera.

Esa nostalgia entrañable
Se cuela por nuestras venas,
Insolente manifestación amable,
Que sin pedir permiso alguno
Nos transporta
A tiempos y lugares que nos hacen uno.
A la casa de las hojas,
A portal de las aves.

Los signos están en movimiento y el agua no detiene su cauce. Todos los días se hace el pan, y el agua hervida es parte del camino de todos, el más simple. Las cuncunas metálicas se encogen y estiran para transportar los más silenciosos sueños. Algunos de ellos, los aparentemente más lejanos y perdidos, extrañamente se cruzan y se conectan en este dulce abismo.