Sunday, April 13, 2008

Entrañable melodía


Sumergida en túnel de planetas y desafiada por el alba está girando tu silueta de vapor. Tañida eternamente sobre el compás de las figuras de plata, la sospecha del áurea se desviste con suavidad para entregar un primer aliento al fulgor, y con la estrella que se asoma desde su nariz, apunta una evocación premonitora al instinto del inminente corazón.

Sutilmente tu ombligo alcanza la palabra, esparce su seda sobre el rumor de los ecos y sugiere una estrofa de pálidos vientos que nos empujan lenta e inevitablemente al dulce abismo, al milagro desconocido de las libélulas que trazan los senderos ancestrales, páramos donde se mezcla todo lo humano con el ansia de vastedad, la sed incurable de toda esta inocente travesía pétalo colibrí. Nos situamos entre los silencios, porque ahora nada ha dejado de partir a tu lugar, nos ubicamos entre las paredes que murmuran el ahora sin dobleces para sentir directamente la transparencia de una nota, un pequeño cristal en gestación. Este microcosmos está vivo y vibra con el color de los insondables vaivenes que desde su trance mágico han dejado por fin de lado su latencia temerosa; esta cadencia se estira y está formando espirales con cada pulso que recibe el serpenteante sentido, esta armonía está hecha de ahora, está vestida sin horas, está perdida sin estarlo, porque está en medio del círculo final.

Ellas, tus hebras, son lámparas titilantes que cambian de lilas, jacintos y algodones amarillos, ellas suspiran entre pequeñas risas las escalas frutales que hacen de los duraznos frutos distintos a los que esperaría quien no quiso soltar sus amarras, sólo por temor a zozobrar. Ellas se separan para buscar una señal, se confunden caleidoscópicas y fractales con el ágape de los elementos, que como tímidos árboles fundidos con las estaciones, clavan su raíz en el hielo de las islas siderales que guardan sus moradas en la memoria labial. Los hilos son también como la marea tonal que se recoge en ofrenda al plenilunio, son prístinos e insolentes mientras marchan dentro de las profundidades para dar con el habitáculo donde mora la promesa.

Mientras por tu espalda siguen cayendo las hojas enloquecidas que reaccionan con lo incomprensible, el interminable sigilo de advertir lo que tu cuerpo hará con su luz sólo hace que la embriaguez de dos rayos multicolor se torne más consciente, más despierta e infinitamente real, como este cáliz inundado de misterio del que nos valemos para soñar una vez más nuestra partida, como el anhelo de la transparencia entramada con la otra realidad, como el silencio y todas sus conversaciones, todas las canciones, las risas y todos los juegos que traemos desde allá, con el propósito de reencontrarnos nuevamente para hacer del poema un cielo para andar.

Nada más que el simple estar aquí es lo que trasmuta muerte por vida, quien que abre las puertas del vacío hipnotizante del que decidimos hoy explorar. Es este aquí y aquí quien está lleno de luciérnagas y pechos abiertos, él es quien regala sorpresas y vértigos inaguantables, es quien sugiere a los oídos de la crisálida su tiempo de eclosionar. Hoy el miedo se ha quebrado para dejar entrar burbujas iridiscentes e inocentes carruseles de luz al rito crepuscular. El soplo revolotea entre nosotros, llena de líneas cada acorde, traspasa nuestro cuerpo y nos canta el arrullo que derrite invenciblemente al olvido para dejar correr libre al torrente por donde valiente nada el sueño boreal.