Tuesday, April 24, 2007



Silencio póstumo

Mis ojos se vuelven a abrir. Lentamente se levantan, cogiendo del barro sus alforjas y sus estandartes, sus carruajes incurables de otredad. Hoy, más serenos que ayer, se aprestan a seguir tu rastro, buscándote donde quiera te encuentres. Desde el jardín más florido, hasta la sombra más lejana, espacio que ha conocido el fragor de este delirio, mis pasos perciben los tuyos. A veces los siento tan cerca que tus hebras hacen cosquillas a mis espaldas, pero justo cuando volteo, desapareces. Hoy, disfruto de este juego de los sentidos, y mientras me levanto, sonrío en medio de este silencio. Se que hallándote también los estoy encontrando. Si, a ellos también. Ellos y ellas que también son parte de este andar profundo, de este corazón latente que apunta hacia el rincón más insondable del horizonte, el mismo que puedes ver en este preciso instante.

Mis párpados se levantan después de haber caído duramente, y este cuerpo, aun resentido del dolor inevitable de una gran caída, reordena sus pasos; susurra y envía mensajes codificados de esperanza a cada célula que lo compone. Llamándolas una por una, él indica su presencia y las escucha con atención sagrada. Revelaciones multicolor son parte del rito, visiones significantes y evocadoras, imágenes que transportan y conducen de adelante hacia atrás, desde afuera hacia adentro. Y viceversa. Ya no hay direcciones, todo es lo mismo, una célula es el cuerpo y el cuerpo una célula. De pronto el cuerpo hace mitosis y luego son dos; y esas dos también hacen mitosis, y las otras, y las demás, las subsiguientes también. Bailan y se juntan, desafían insolentemente al azar, temen y después se lanzan al vacío. Reaparecen en distinta tonalidad girando en todas direcciones. Y el giro se hace más y más lento, hasta detenerse por completo. Y así, grano por grano, partícula por partícula, él logra poco a poco comprender y dimensionar la sanadora enseñanza que deja el aire circundante, que en ese instante es hermano y cómplice de la innegable irrealidad.

Heladas redes impalpables acompañan al vaho póstumo. Es ardua tarea reconocer lo que ha dejado en descubierto el remezón. Sin embargo, el cuerpo continúa en su larga tarea sin detenerse. Está presente, un extraño tubo lo trajo de vuelta; lo trajo al mundo donde los objetos conviven con lo abstracto, al epicentro de la vida y la muerte, al carrusel y a las luces que van y vienen. Lo trajo al mundo caprichoso, al juego de las cuerdas colgantes, al circo, al escenario espiral. Lo condujo al mundo querido de la locura.

Hay silencio nuevamente, y junto con él, llegan los primeros signos de una nueva transformación. Es interminable este camino, y ahora, siento la gracia que esta misteriosa eternidad me ofrece en la más simple copa. La acepto con humildad y respeto, con atención. Se que volveré a caer muchas veces más, pero también se que volveré a levantar. También esto es parte de lo inevitable.

Si vas a caer,
Primero la espera ciega y eterna,
De no saber,
El espacio entre las dos formas,
Tan errante
Tan delirante.
Si vas a caer,
Primero la espera sorda imperecedera,
Aceptar la nada
Flotar en materia oscura,
Donde nada es cierto,
El cielo está cubierto.

Si vas a creer
En tus alas inevitables,
Renuncia también a ellas
Y cae.