Tuesday, February 20, 2007

Puentes en el cielo


El tiempo ha dejado de existir, se ha detenido completamente en el fulgor estelar del ámbar que circunda esta fibra. Sin embargo, sigo aquí y aquí, haciendo frente a este viaje a lo desconocido, a esta lucha que a ratos se torna ciega de soledad, muda y silente en momentos de clamor; sorda también pareciese estar: ¿Dónde están los otros?.

Busco a los otros, los busco incansablemente porque sé que en ellos se encuentra la respuesta a este viaje, sé que en ellos está la llave que abre todas las puertas. Desde mi llegada a este lugar, he seguido sus rastros, acechado sus pasos, hasta he podido escuchar sus voces murmurar, pero aún no los he podido ver. Hay momentos en que el cansancio hace sentirme derrotado, sin embargo, siempre en el momento preciso, antes de caer, aparece una nueva pista que me alienta seguir adelante. En estos momentos me siento cansado, dolorido y vacío, tengo miedo de que alguna vez la señal no aparezca. Tengo miedo pero no puedo detenerme. No puedo apegarme a la idea de que siempre una señal va a transformarse en mi salvación, en lo que permita continuar mi caminar, porque cada vez que lo he hecho, cada vez que el apego ha tomado protagonismo en mi vida, me he perdido.

Hoy no quiero señales, dejo que mis únicos guías sean mi intento inflexible y el gran anhelo de complicidad que me atrae y me lleva a los otros. Sigo caminando, la serenidad y el desapego que alcanzo a obtener, permiten que mi andar se haga más liviano. Río junto a mi sombra y levanto mi cabeza como gesto de aprobación. Puedo descansar. Antes que termine de pensar en la palabra descanso, mi estómago se contrae en el mayor de los espasmos que he sufrido : en el cielo, un puente de infinitas fibras entrelazadas de la forma mas inusual que pudiera imaginarme. Si es que pudiera comparar esta imagen con las otras que he contemplado, diría que esta es la más cómplice, la más cercana, la menos solitaria de todas. Busco palabras para describir lo que está frente a mi vista, pero la sensación de estar contemplándola, debora toda mi capacidad de abstracción. Estoy perplejo, es primera vez en este viaje que me siento tan acompañado por la nada, hay algo en ese puente que me sacude y me fuerza a recordar algo, algo que me invita a saber lo que ya sé.


Unión de los siglos,
Comandos celestiales se alojan en tus cuerdas indomables.
Se ciernen como antorchas en tu ruta,
Se abalanzan sobre nuestras manos, incurables de esta locura.
Y recitan,
Cánticos emanan desde espacio hasta la bruma.

Resuellan los albores,
Brotan y florecen como el arrebol hacia la espesura.


Epílogo.
Este espasmo parece ser eterno, y tiene un extraño poder somnífero. Mis ojos poco a poco comienzan a cerrarse involuntariamente y mis ideas se desvanecen en los más mínimos detalles de esta onírica construcción: el acabado sus pilares, su forma, su tamaño. Más aún, su movimiento, que evoca una remota familiaridad, hace que reviva lo más lejano de mi ser, un conocimiento sin precedentes temporales, un recuerdo de otra edad.
-Este lugar ya lo conozco, no puedo recordar en qué momento, pero sé que he estado aquí. He estado aquí y no estaba solo, habían otras personas. ¿Quiénes eran?. No lo puedo recordar. Cada vez que hago el intento de hacerlo, hay algo que se torna borroso. El sueño está a punto de cumplir su cometido y el último sonido que percibo no proviene de mi ser:

-Los Otros, estabas aquí con los otros
-Es lo inevitable, eso es lo que te trajo hasta aquí.



2 comments:

Mónica Sabbatiello said...

No importa ahora recordar, sí sentir.
Me parece...
sentir que has estado ahí, con los Otros, y sus alas finísimas, seguramente, dejan una huella delicada, una caricia sutil, en tu frente. ¿Acaso no las sientes?

María Elisa Quiaro said...

qué linda tu pluma dibujante de palabras