Wednesday, July 11, 2007

Una cueva sin edad

Una cueva sin edad aparece desde un punto en el horizonte. Una línea se tensa desde mi ombligo y se estira para alcanzar su borde. No se si viajo hacia ella o es ella quien llega hacia el aquí. Estoy en la entrada, giro hacia atrás y veo un punto de donde nace una cuerda. No se si viajo hacia ella o es ella quien llega hacia el aquí. Estoy dentro de la cueva y fuera de ella.

Extrañas inscripciones parecen tener voz propia, un lenguaje semi-corpóreo sume los pensamientos en un estanque de espejos negros, en un charco de tierra respirante, en un antiguo vaso de greda. Me transportan sostenidas por el vértigo, dejo de estar. Regreso sin regresar. Ahora soy quien dibuja esas incripciones; balbuceo cánticos inentendibles para cada símbolo inscrito. Las horas pasan, los días pasan y la piedra cambia de color. Regreso sin regresar.

Estalactitas que huelen a vacío se sumergen en un escenario opuesto, un vórtice amatista transporta el pensamiento hacia el momento de la gestación, de la eclosión cósmica del misterio, nos llevan al instante en que el planeta florecía sin cesar dejando surcos y mapas para ser leídos en algún tiempo, al espacio silente donde la humanidad era sólo sueño y latido de los ríos de roca en estado líquido, de los soles errantes rejuvenecidos por un quiebre del lugar y de las mareas que guardan celosas el pulso del universo.

No existo en vida propia, sólo estoy presente como un recuerdo del futuro, como proyección tridimensional que gira sobre la cresta de una ola inminente en el oscuro mar de la conciencia. Estoy presente porque alguien acuerda, alguien tañe los incontables filamentos que tejen el velo de la inmensidad, alguien marca los pasos en golpes gemelos de un tambor, dibujando espirales en un ritmo multisensorial que condensa todo el infinito en su un ciclo vital. No existo en vida propia, sólo presente como invisibles palabras desde el humo.

Pienso en lo invisible, en la separación de las palabras de quien las evoca, en caminar con una niebla alrededor que sólo permita percibir sonidos y visiones presentes que reflejen un propósito. Ahora, en nosotros, sólo el resonar de un eco que regresa luego de un lejano choque estelar, sólo un tenue soplido en un comienzo, un pequeño molde intentando albergarse en un espacio vacío, un punto en la nada. Nos acercamos hacia él y logramos verlo con mayor claridad: no es un punto inerte, la figuración es una frecuencia vibratoria que se mueve delante de nuestros ojos. Ahora todos podemos verla, y sin acuerdo racional alguno, confirmamos su presencia. Es su significado lo inmanente, es la sensación que toma la forma predilecta de cada filamento que nos acompaña.

Nubes a gran velocidad se reflejan en la pared, cascabeles azules se repiten para hipnotizar a quien se engancha junto a ellos, las voces resoplando palabras que sólo entiende un cuerpo que trasciende nuestro entender, las cuerdas hermanadas, la pena algunas veces, la soledad en otras, el anhelo de viajar en una frecuencia sin fin. Todas estas, plegarias de otra edad para despertar una consciencia dormida, una entidad hecha de segmentos de sol, una constelación implacable que respira solamente aires de libertad.

Pienso en lo invisible y las heridas de nuestro camino, lágrimas metamorfoseadas en firmamento. Los puentes en el cielo, los paisajes de Ixtlán, todo el aprendizaje que da forma a esta, hasta el hoy, embarcación aún incompleta. Percibimos y también nos preguntamos: ¿De qué embarcación hablamos?,¿Cómo sabemos de su incompletitud?, ¿De dónde nace esta extraña certeza de unidad y de viaje?. Son preguntas sin respuestas para la antigua sintaxis, sólo lineamientos cimentados en un pliegue creado desde esta tercera dimensión; para alguna otra sintaxis, una ruta grabada en nosotros desde tiempos inmemoriales, codificada de manera críptica y delirante. Un mapa que sólo desde la nada puede ser descifrado, una guía de viaje resguardada en la metáfora, seguramente escondida de la negrura que comenzó a acechar en la antiguedad. Es la embarcación un rompecabezas de este cuerpo-mapa puesto al cuidado del silencio en el interior de un grupo...

Caen las líneas desde el lado izquierdo y se acaba el tiempo en este hoy. Una vez más, un aire de esperanza baña nuestra partida, en este palpitar, una helada ráfaga de intento y de miradas que regresan a su planeta natal.