Thursday, May 10, 2007

Vaporosa nostalgia del futuro


El agua hierve lentamente en su nuevo recipiente. Borbotea sin más que su intento inflexible de hacerlo. Es sencillo su andar, no obstante, es enérgico y decidido al momento de verse y saberse semilla tras una ruta, que en este aquí que deja de ser allá, llega y se conecta con tus sentidos viajeros, haciéndolos girar en su primer mordisco a la obra onírica. Son voces frutales las que en su sabor ancestral intentan recordarte que ahora estas ahí, que frente a tus ojos hay paisajes incomprensibles para tu razón, y que pese a esto, siguen ahí, inmutablemente reales. Como lo ves, tus sentidos están más delirantes y despiertos que nunca, y mientras vemos desde dos partes la misma agua, dibujamos también otra historia sobre el vapor, vasto y extraño como se debe a su ser.

El adjetivo que más se parece a las burbujas en ebullición, es la ingenuidad, ya que el tiempo que recorre sus ires y venires, parece ser para ellas sólo un soplido de la aguja de un antiguo reloj. Es una corta y tenaz su vida les digo, y estoy a punto de llamarlas ingenuas por ello; pero cuando mi boca está a punto de hacerlo, algo me compele a mirarlas desde otro prisma. Entonces el silencio se levanta y parpadea con inmenso poder: Ingenuidad es ahora la plena certeza. El receptáculo aún está demasiado vacío. Es presunción comprenderlas en su primer hervor. Ahora, mi boca me llama ingenuo, le respondo y ríe. Luego, te llamo burbuja, respondes y ríes.

Después de la segunda mordida de tu ensueño, un espacio de negrura entre el borde de la vasija y el reflejo del agua, sugiere una contorsión de mi estómago. Sucede. Salto nuevamente. Agrego más de este líquido de locura que me convierte en aprendiz, y el universo entero que reside en un frágil recipiente, metamorfosea. Las estrellas se multiplican por doquier, giran y se expanden junto con mi percepción. No sólo hay agua en este universo, no es ella misma quien la hace moverse y cambiar, no es sólo ella. El agua sube su temperatura y lo sabe, casi está llegando a su nuevo límite y aún no quiere revelarse. Fijo mi vista en el recipiente, su movimiento hace diminutas explosiones, algo se conforma. Es el reloj, el mismo reloj. Si, el incurable, el que hasta hoy permanecía guardado en un polvoriento baúl, el que se parece tanto al sueño en sepia brillante, donde mirábamos desde atrás nuestra casa, señalando una dirección certera, vaporosa aún, pero certera.

Esa nostalgia entrañable
Se cuela por nuestras venas,
Insolente manifestación amable,
Que sin pedir permiso alguno
Nos transporta
A tiempos y lugares que nos hacen uno.
A la casa de las hojas,
A portal de las aves.

Los signos están en movimiento y el agua no detiene su cauce. Todos los días se hace el pan, y el agua hervida es parte del camino de todos, el más simple. Las cuncunas metálicas se encogen y estiran para transportar los más silenciosos sueños. Algunos de ellos, los aparentemente más lejanos y perdidos, extrañamente se cruzan y se conectan en este dulce abismo.


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